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En el papel que te hacen llenar para salir del país nos preguntan, entre
otras cosas, nuestra ocupación. Oliver escribe stripper. Me parece gracioso, aunque creo que no tenemos el mismo
sentido del humor. Quizás es la idea de imaginarlo a él, tan puritano y
vergonzoso, sacándose la ropa frente a alguien más. Le tiro un beso desde la
silla de ruedas, la lengua se me cuela por el agujero que deja el pedazo de
diente que ahora me falta.
Creo que anoche me esguincé el tobillo, nunca me pasó algo así antes y no tuvimos
tiempo de ir al médico. Fue en nuestra fiesta de despedida, horas antes de
tomar el avión. Al principio yo era la única disfrazada, hacía tiempo que tenía
guardado el traje de dragón. Oliver no se quiso cambiar; estaba con el torso
desnudo y sus bermudas de siempre. Los demás se fueron animando de a poco; Adam
se puso el traje de conejita que le había regalado Paul Bennet a Aurelia para
navidad. AC tenía un vestido de Charleston y Trey se puso las calzas con la
bandera yanqui de Lindsey. Recién cuando todos estaban borrachos y disfrazados,
Oliver me pidió que lo ayudara a conseguir algo para ponerse. Yo subí a
desarmar toda mi mochila y le improvisé un traje de odalisca.
Tomamos y bailamos hasta que Nik empezó a insistir con cargarnos en su
espalda, es el más bajo de todos los chicos y necesita burlarse de eso. Yo me
subí y corrimos por la casa, por entre los que bailaban y por el jardín, fuimos
por la escalera, hasta que Nik se tropezó con un escalón y mi peso sobre su
espalda nos hizo rodar hacia atrás; choqué la cara contra la pared y me partí
la paleta. No podía respirar, pero él, al lado mío, estaba desmayado, no reaccionaba.
Se me dobló el pie, creo que grité porque se cortó la música y todos vinieron
corriendo, yo los esperaba sentada sobre un escalón, Nik en el piso. Lindsey quiso
llamar a la ambulancia pero no hizo falta, Nik se despertó, y yo me encerré en
el baño a vomitar.
Dormí una o dos horas y me levanté a hacer la mochila de nuevo. Todavía
estaba borracha y tenía el pie hinchado. A las seis y media me tenía que
encontrar con Oliver en la cocina para hacer los sánguches, ya eran las siete.
En el pasillo me crucé a Remy y me sorprendí diciéndole en voz baja: ojalá me hubiera roto el pie así se
cancelaba el viaje.
Oliver ya estaba en la cocina cortando pepinos. A mí, desde que pasó lo de
Moscú, no me gustan los pepinos, pero preferí no decir nada. Me tocó llamar al
taxi, a esa hora tardó cinco minutos en llegar.
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