8 de julio de 2011

capítulo

Para Ro, que lo pidió


A veces el corazón me obligaba a ir a sentarme junto a él y conversarle. Le preguntaba por su trabajo, por sus gustos musicales; las conversaciones eran fluidas por intrascendentes y yo encontraba mi relación con aquel hombre equivalente a la de un matrimonio que lleva 120 años de casados.
Hasta que un lunes me levanté y no lo encontré en la cocina. Preparé un té, aparte una silla y me senté a la mesa. Sostuve la taza caliente entre mis frías manos durante un segundo, me puse de pie, alejando la silla con mis pantorrillas. Recorrí la casa de forma lenta, sigilosa, llevando la taza entre mis manos, creo que estaba buscando a Héctor.

Pase por la puerta de la habitación de mamá y me pidió que le alcanzara la Biblia que se encontraba en la biblioteca del living. Inocente, sin saber que en ese mismo momento me estaba estableciendo como la cuidadora de mi madre y sus necesidades, hice lo que me pedía. Mama, en posición horizontal, recibió la Biblia con ambas manos tensas, al acecho. La vi, como un tigre atacando a su víctima sin clemencia, rasgar la tapa de cuero del libro, desgarrándolo, comenzar a arrancar sus páginas, a escupirlas mientras maldecía como un criminal, pararse sobre su cama, saltar sobre las páginas, gritar, girar sobre su eje, despeinada, repitiendo pasajes “Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos”, desvariando. Abandoné la habitación por prudencia; no era bueno para mí inmiscuirme entre mamá y sus problemas. Un rato después, recompuesta y envuelta en su vieja bata, entró a la cocina y me pidió que encendiera el horno. Lo hice y ella se dedico durante las horas siguientes a quemar lo que quedaba del libro. La casa se llenó de humo y pronto los vecinos comenzaron a tocar el timbre preocupados o curiosos por ver si la desgracia había tocado a nuestra puerta una vez más. Mamá me pidió que saliera yo y los mandara al demonio.

1 comentario:

santha dijo...

a los vecinos siempre le interesan las desgracias ajenas, para tener entretenidos a los mios no tengo cortinas en mi cocina.