12 de octubre de 2011

lo frágil

Entrada la noche ella sentía su respiración manchando el silencio de la selva de negro que era aquella habitación. No sabía –no había manera de saberlo- si sus ojos estaban abiertos: lo mismo daba. Sabía que la rodeaban telas, algodones, mesas de madera y alguna ventana a través de la cual podría observar, durante el día, la vida de afuera como en la pantalla de un cine.
Tuvo miedo.
Pensó en conquistarlo con caricias de sus manos que corrieran ligeras, haciéndole sentir a la piel lo que siente la breve brisa cuando las hojas perennes del castaño caen lentas en otoño; pensó en amarlo con arrojo, con desesperación; luego repasó elegantes tácticas de fría indiferencia, sabiendo que de nada sirve amar si no se logra ser amado.
Había oído hablar de la fragilidad. Nunca la había sentido tan rígida y amenazante, agazapándola en la negrura con sus pinches sensibles.
Tuvo miedo.
Dijo palabras de amor, las que pudo. Él todavía respiraba, probablemente no la escuchaba. Quizás sí.  


quiero que seas mi esposo

1 comentario:

santha dijo...

ufff me encantó !