26 de enero de 2012

XXII


El sentido del lenguaje,cuya misión parece consistir en manifestar las cosas en
todo momento, cuando en realidad las sustituye por su inteligibilidad, se halla 
precisamente en (…) su esencial poder de impugnación. El lenguaje está unido 
al saber en tanto que le asegura unos puntos fijos, una permanencia, una 
determinación por medio de lo general, o sea, un alto en la búsqueda apasionada
del resultado; pero también está unido al saber desde el momento en que pretende 
hacerlo no-saber, dejarse llevar hacia revueltas, rupturas y malentendidos en una 
eterna confrontación y un eterno derrocamiento del por y del contra, hacia una
 negación de todo principio estable que es, igualmente, negación de sí mismo.
M. Blanchot,  Investigaciones sobre el Lenguaje




Querida x:
Pensaba tomarme la mañana entera para descansar en la habitación que me toco toda para mi sola, pero terminó despertándome el ruido de la puerta que se abre, alguna de las chicas del hostal que decía Esta es la otra habitación y un hombre que decidía quedarse aquí. Abrí los ojos y lo ví: tenía, mínimo, unos sesenta años. Me hice la dormida para evitar el encuentro y tantear la situación más tarde, desde otro lugar que no fuera mi cama.  
Mientras espero a que el señor abandone la habitación, voy reformulando mi viaje, teniendo en cuenta que había decidido abandonar a Coímbra como destino. Al cabo de un rato, sale mi compañero de cuarto. Aprovecho para vestirme rápido y huir del encuentro en la habitación: bajo a desayunar y nos encontramos en la cocina.
-¿Hoy que vas a hacer? , me dice entre dientes, como casi en secreto. El tono me da escalofríos.
-Me encuentro con un amigo, miento.
-No te vayas sin darme tu número
-¿Eh?
-No te vayas sin darme tu tarjeta de negocios.
-(risa nerviosa) ¡Ja! Tarjeta de negocios, yo no tengo tarjeta de negocios.
Escapo de la situación con la mayor torpeza posible. Miento en el hostal de que me voy hoy a la noche y dejo el bolso guardado en recepción. Lo único que quiero es cambiar de habitación.
Hoy voy a tomar el tren a Cascais. Qué haré allá, todavía es incierto. 
El viaje en tren es lindo. Me quedo dormida y de repente me bajan en una estación que no es Cascais. No entiendo bien por qué, debo esperar media hora por otro tren que, finalmente, me deja en mi destino. 
Camino un poco sin rumbo. El pueblo es pintoresco, se lo nota bien preparado para el turismo. Hoy es uno de esos días en que sé que voy a comer como se debe. Cada tanto me agarra ese ataque: si hay algo en lo que debe gastarse el dinero es en buena comida. Entro a un restaurante hindú y me acomodo en una mesa. De entrada: pan crocante con pasta de lentejas, de plato: pollo al curry con arroz. Todo traído en delicados platitos dorados, llenos de grabados. La comida me fascina, no dejo nada en la mesa. Me felicito por la elección y salgo a seguir recorriendo.
Decido bordear el mar y llegar a pie a un lugar llamado “Boca do inferno”. No sé qué encontraré, pero llama mi atención. El mar está limpio y azul, los pescadores se pierden escondidos entre los enormes pedrales y sólo se distinguen por la forma de la fina caña que se recorta sobre el cielo azul. Cada tanto me encuentro con playitas de arena y grupos de gaviotas descansando sobre la costa. Me recuerdan a la bahía de Ushuaia.
Tras media hora de mar, un cartel me indica que he llegado. Esto es: un mar violento, rocas enormes, acantilados, una especie de agujero eterno erosionado por donde entra el agua y sube un sonido de mar, de espuma, gigante, altísimo. Es hipnotizante. Alrededor no hay nadie, sólo un hombre vendiendo caracoles. Tiene ojos azules. Me mira y me empieza a indicar los lugares desde donde me conviene observar la boca del infierno; todos me aterrorizan por altos y vertiginosos, pero poco a poco me voy animando. Mi amigo me indica que baje las escaleras, que abajo es aún mejor; le explico que no, imposible, tengo pánico. Me agarra de la mano y me obliga a bajar con él. Habla portugués cerrado y rápido, no le entiendo nada. Me asusto, reniego, tiemblo, pero en el fondo me dejo llevar. Lo que se ve desde allí escapa a las palabras. Quien pueda, vaya, quien pueda, aún mejor, imagínelo.
Me pregunto cuánta gente habrá muerto acá, en este mar tan azul, tan terrible.
Encarando la vuelta, encuentro una placa incrustada en una roca donde llega a picar el mar. Leo, en portugués, lo siguiente: No puedo vivir sin ti. ¡La otra boca del infierno va a engullirme, aunque no será tan ardiente como la tuya! ¡Hisos! Tu Li Yu.
Abajo explica que estas palabras pertecenen a una carta de Aleister Crowley y se nombra a Fernando Pessoa. No entiendo bien el texto y decido investigar una vez llegada al hostal.
Así fue que descubrí la historia de amistad epistolar entre Fernando Pessoa y el mago Crowley. En 1929, Pessoa, apasionado por la mística y la astrología, mandó una carta a una revista que publicaba las Confesiones de Aleister Crowley (un mago inglés con un poco de fama, pero a quien no conocía personalmente): “Si tienen posibilidad de conectar con Mr. Crowley, como me imagino, tengan la amabilidad de informarle de que su horóscopo sigue inalterado y que si tiene en cuenta que su nacimiento tuvo lugar a las 11h. 16m. 39 s. p.m. del 12 de octubre de 1875, tendrá a Aries II en mitad de su cielo, con su correspondiente ascendente y cúspides. Así pues, podrá encontrar sus direcciones de manera más exacta que como había hecho hasta ahora. Por supuesto que esto es mera especulación, y me disculpo por esta intrusión puramente fantástica en lo que, a fin de cuentas, sólo es una carta comercial. Suyo afectísimo. Fernando Pessoa"
Crowley y Pessoa empezaron a escribirse y quedaron en encontrarse para conocerse en Lisboa.

La historia cuenta lo siguiente: En 1930, Crowley y su novia de entonces, Hanni Larisa Jaeger, de la que andaba locamente enamorado, llegaron a bordo del vapor Alcántara al puerto de Lisboa y tras ser recibidos por el poeta portugués, se alojaron en el Hotel de L'Europe.
Se pasearon por Lisboa y por Cascais, comieron con Fernando Pessoa y lo pasaron bien hasta que una noche, en la habitación del hotel, estalló una violenta discusión entre Crowley y su amiga a raíz de una sesión de magia sexual. Al día siguiente Hanni desapareció sin dejar rastro de su paradero. Crowley, muy preocupado, fue a ver a Pessoa y le contó sus penas.
Afligido, Crowley anduvo vagando por la costa y cuando llegó a la Boca do Inferno, se le ocurrió fingir su suicido para asustar a Hanni. Solicitó para ello la colaboración de Pessoa.

Escribió la nota que copié y la dejó en la playa metida en una botella, cerca de la Boca do Inferno.

Dos días después abandonó Portugal y se marchó a Alemania en busca de su amante. Mientras tanto, Pessoa cumplió con su parte y avisó a la prensa de la misteriosa desaparición de Sr. Aleister Crowley. La noticia corrió como la pólvora, tanto en la prensa local como en el resto de periódicos europeos, desencadenando todo tipo de conjeturas sensacionalistas, que oscilaban entre las versiones de una muerte por asesinato o por suicidio, pasando por la posibilidad de que el mago tuviera un doble.
¡Ay! Lo que es vivir en la literatura.
Me despedí del hombre de ojos azules con un abrazo. Caminé unos metros y volví a pedirle a ver si podía sacarle una foto. Quería retratarle los ojos. No objetó.
Tomo el tren de vuelta con la cabeza llena de magia, misterio y ganas de andar por esos laberintos, voy entendiendo el juego de Portugal.
¿Vos vas entendiendo el mío? Espero.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo entiendo, lo beso



X

leticia dijo...

sábado 24 (mayo 2008). portugal: lisboa, sintra, cais cais.

madrugamos mucho y nos fuimos los tres para lisboa. yo no me sentí muy bien físicamente en todo el día. lisboa me recordó un poco a chile. estuvimos en la catedral, paseando un poco por el centro, tomamos un café (...). luego fuimos a sintra que es un paraíso. lamentablemente me sentía muy mal y sólo visitamos el palacio da pena que era un cocoliche precioso. muy pero muy lindo lugar. de ahí fuimos a cais cais, bajamos al acantilado, vimos la boca del infierno y con victor bajamos por unas escaleras medio danger. volvimos siempre con la compañía del gps que nos hizo viajar una hora demás. llegamos a badajoz hechos bolsa.