VIII
…era como si vos te encontraras con un gato sin las
dos patas delanteras, te cuento, muy impresionante, uno no se imagina que se
pueda vivir así ¿Entendés?
Tenía los ojos cerrados y lo iba imaginando
para describirlo. Los abrí de un momento a otro, sin reflexionar, llevaba ya
largo rato en mi ensañamiento. La mano izquierda me acariciaba el muslo y el
gato ya no estaba sobre el sillón. Levanté la vista y lo vi observándome desde el medio del escritorio,
apoyando el peso de su cuerpo sobre sus dos patas delanteras, como gozando al
gato manco, y tomando aires de esfinge. No me quitaba los ojos de encima. No hay
manera de que ese gato haya llegado hasta ahí sin que yo lo notara, estaba cada
vez más segura de estar en presencia de un espíritu.
El gato maulló y corrió a los pies
del de Marcelo que me observaba, de pie.
-Señora,
hay un auto esperándola para llevarla con su marido.
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