-500 Rupies.
-Pues, yo digo que sí,-me mira la española. Me pone nerviosa que no intente hablar en inglés, ya le pedí varias veces porque Oliver no entiende. Si dijo que sabe y todo. Yo tengo ganas de quedarme, pero sé que está un poco encima de lo que habíamos hablado de pagar. Lo miro y le repito en inglés: ella se quiere quedar, nos hacen menos precio por los 3, ¿qué hacemos? La española abre la puerta del baño y se pone a inspeccionar.
-Tía, estos baños están de lujo, no habrá otro sitio así por aquí.- Oliver no me responde y yo no quiero responderle a ella, lo veo ponerse nervioso.
-No sé- me dice. Ella me agarra la mochila como para que la deje en el suelo.
-Vamos, ¿ya? ¡Nos quedamos!- Con un movimiento brusco me suelto.
-Esperá un poco.- Oliver ya está cruzando la puerta.- Bueno ¡Nos vemos después!
Oliver ya está unos metros calle arriba, sentado sobre el cordón de la vereda, armándose un cigarrillo. Es muy bueno armando cigarrillos porque fuma desde chico. Armando porros también es muy hábil. En casa siempre se burlaban de mí diciendo que armo cigarrillos con panza, me quedan gordos al medio y más finitos en los bordes. Me acuerdo que cuando llegué a Australia, no estaba acostumbrada al tabaco suelto y me parecía normal fumar, por ejemplo, sin filtros. Muy rápido, la punta de mi índice derecho se empezó a teñir de naranja. Era una asco lo que hacía.
-¿Qué pasa, Oliver?
-No me gusta andar siguiendo a gente que no conozco.
Entramos en la próxima hostería: “Safari homestay”. La recepción es toda de madera, a un costado tienen un aparador solo para folletos turísticos. El chico detrás del escritorio escribe una reserva en un cuaderno.
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