La abuela había sido una pionera del
paisajismo en el país, y Julia había sido su única discípula en la familia.
Nadie había querido lidiar con su carácter, preferían dedicarse a cualquier
otro oficio. El tío contador y la sobrina abogada no peleaban nunca. En cambio,
entre Julia y la abuela la discusión acerca de los jardines ornamentales duró hasta la muerte. Julia militaba contra el
concepto de jardín ornamental, asumir que la naturaleza podía acomodarse
a la función de adorno le parecía a la vez peligroso y estúpido. Pensó que
quizás podía invitar a las chicas a su casa, podría sacar la mesa al jardín. No
le gustaba salir a la tarde, el sol directo le caía mal. Soy como un filodendro, pensó.
Me adapto bien al interior.
¿Las chicas reconocerían la vieja casa de sus abuelos?
Habían estado tantas veces ahí, festejando cumpleaños, de visita algún día del
fin de semana, o esa tarde en que habían perdido a Julia en el Rosedal. Habían
ido a festejar su primer día del estudiante a los bosques de Palermo. Fueron
directo hasta el lago, a los barquitos de alquiler. No querían perderse de
nada, el picnic iba a ser en el epicentro mundial del día de la primavera, del
estudiante, del día de no ir al colegio y de estar en libertad. Se vieron
envueltas en una guerra de agua que empezó entre los barcos de al lado. Dos
pibes habían chocado los remos sin querer, un tercero se llenó la boca de
CocaCola y la escupió encima de otro, los botes se sacudían sobre el lago
marrón formando una espuma negra a su alrededor. Un pibe se tiró al agua,
después otro, desde abajo sacudieron el barco de las chicas. Julia se tiró al
agua, también Merry. Una lancha a motor atravesó el lago y los separó a todos.
Julia quedó con los chicos del primer bote. La última vez que la vieron,
alguien le alcanzaba el brazo para sacarla del barro. Fue El Coca la que horas
después se animó a llamar a la casa de los abuelos para preguntar si había llegado.
Nadie la veía hacía horas, tuvo que confesar que la habían perdido en el
Rosedal. El Página/12 del día siguiente anunciaba la llegada de la primavera
con una foto en blanco y negro del lago, los botes, Julia saltando al ataque de
un desconocido hecho de barro, Agus riendo, Coca abriendo los brazos en cruz en
señal de festejo, como su ídolo, El Diego.
Tampoco se había deshecho del Ford naranja con el que
empezaron a moverse cuando tenían 18. Julia era la única que tenía registro.
Nunca lo quiso vender después de aquellos años; nunca la había dejado a pie. Pero
contrario a lo que había creído durante mucho tiempo, nunca lo volvió a usar.
Estaba metido en el garaje hacía años. La
naranja mecánica, le decían, aunque ninguna sabía de lo que hablaban. El
auto las había sobrevivido, como había sobrevivido tantas otras cosas. Aquella
noche, por ejemplo, en que salieron al rio a tomar las botellas de champagne
que se habían robado de la navidad en lo de Merry. Tomaron una botella cada una,
sentadas en el auto con la radio y el aire acondicionado encendidos. Frente a
la naranja, la luna llena reflejada en el agua. De ahí siguieron a la puerta de
XaiXai, que ya estaba cerrado. Dejaron las puertas abiertas para que la música
se escuchara afuera y salieron a bailar. Merry se sacudía de pie sobre el capot
del auto. Agus luchaba por llegar al techo. Un momento de éxtasis. Una
camioneta se acercó desde el fondo de la calle. Tardó en llegar por eso ninguna
la escuchó hasta que estuvo estacionada al lado de ellas. El tipo que iba
manejando dijo algo, y Julia fue la única que se dio cuenta. Pensó que le
estaban pidiendo direcciones. Julia entendió que algo estaba pasando cuando dos
sombras saltaron por encima de la caja de la camioneta. Una se arrojó sobre Coca.
Eran dos chicas. Agus se tiró de culo por el parabrisas, rodó sobre el capot y
cayó al suelo de rodillas. Adentro del auto ya estaba Julia. ¡Arrancá!, gritó Coca desde el asiento
de atrás. Merry forcejeaba con una de las pibas. Le quería robar el reloj, a la
vez intentaba entrar al auto por la ventana, Agus la tironeaba hacia adentro.
La otra piba agarró a Julia por el cuello. Dame
todo o les pego un tiro a todas. Un tiro a todas, dijo así. ¡Arrancá! La voz de su amiga le llegó
desde lejos, Merry ya tenía medio cuerpo adentro. Puso primera y salió, le
temblaba la pierna sobre el acelerador.
Chicas, agachensé, suspiró intentando agacharse ella también. Solo pensaba
en los tiros. Cocales hizo dar la vuelta porque le habían robado el collar de
su mamá. Quizás se había caído al piso, ella sintió el manotazo y un tirón. Las
demás no dijeron nada. La mamá de Coca había muerto el año anterior y nadie iba
a cuestionar la importancia del collar. Volvieron y buscaron sin éxito. Otra
cosa de Lidia se había ido para siempre. Todas la querían porque en su casa
siempre habían podido hacer cualquier cosa. Casi nunca se enojaba. Una de las
excepciones se dio cuando mancharon la pared del living con ponche. Lidia
estaba furiosa y no había manera de sacar el manchón rojo de la pintura. Probaron
con Cif y con vinagre blanco. Agus intentó rezar. La mancha persistió porque
era una letra escarlata. Cuando Lidia estaba visitando a una amiga en San
Francisco, las chicas decidieron hacer un festejo de cumpleaños especial para Coca,
que cumplía 16. Hacía tiempo que querían hacer una gelatina de vodka, como
decían que habían hecho las de cuarto año. Después del colegio pasaron por el
almacén donde les vendían las petacas los sábados antes de cerrar y se
abastecieron con una botella grande de aguardiente, una de ron, y una petaca de
grapa. La gelatina-estrella tardaba en hacerse, así que las chicas decidieron
empezar con las otras bebidas y preparar algunos tragos con hielo y jugo Tang,
otra cosa que siempre había en lo de Coca. Tomaron en el living, Merry y Agus sentadas
en el sillón floreado, las otras dos en los de mimbre. Llegó Gonzalo, que salía
con Julia en aquel momento, con un CD de cumbia que había grabado en el ciber y
algunas cervezas. Lo escucharon toda la noche en repeat. Merry terminó la botella de grapa con la nariz tapada. Agus
repartió lo que quedaba del aguardiente entre los vasos. Volcó casi la mitad de
la bebida sobre la mesa. Coca le pegó una piña en el muslo y ella se la
devolvió saltándole encima. Intentaba agarrarla por la cabeza pero Coca se
defendía. El sillón crujía debajo de ellas. Una pata cedió y la estructura
entera se vino abajo, Agus y Coca cayeron al piso, Merry se apuró a tirarse
encima de ellas con todo su peso. Gonzalo bajó dos vasos de aguardiente. ¡Miren lo que hago!, Julia subía las
escaleras en medias, no podía mantenerse en pie sin agarrarse de la baranda. ¡Miren lo que hago!, volvió a gritar desde
arriba. Se tiró de culo por la escalera, rebotando en cada escalón. Las demás treparon
también hacia la cima, agarrándose de la baranda, de los brazos y los pelos de
unas y otras. Todas querían llegar primeras. Gonzalo seguía sentado en el
living cantando las cumbias. Las chicas caían por las escaleras y volvían a
subir, invadiendo la música con sus risas, que eran imparables, como una sola
risa enorme. Merry rompió el círculo para ir a la cocina, nadie se dio cuenta. Los
culos seguían rebotaban sobre los escalones, la cumbia al mango, Gonzalo fumaba
un cigarrillo. Julia iba por el décimo escalón, casi llegaba al suelo. El
noveno, el octavo, ya empezaba a doler. Algo la detuvo, un golpe fresco en la
cara. Se le había metido hasta en la nariz. Se mareó, tenía los ojos cerrados.
Cuando llegó al último escalón se llevó las manos hacia la cara. Era la torta.
La torta del cumpleaños que había comprado Lidia. La crema le chorreaba por las
orejas. Merry se reía tirada en el suelo boca abajo. Julia la agarró de los
pelos y le empezó a refregar las manos sucias por la cara. Todas estaban
gritando. Agus se acercó corriendo y le estalló un huevo en la cabeza a Merry,
el otro se le explotó contra su propia camisa. Perdió la ventaja y Coca se le
vino encima, tenía el sachet de leche y las regaba a todas de champagne como en
la Formula 1. Julia destrozó el paquete de harina sobre la cabeza de Gonzalo.
La cumbia luchaba por ser oída. Merry se resbaló con la torta y cayó al piso,
todas se le fueron encima. Agus aprovechó para renacer de sus cenizas. Volvió
la ensaladera gigante llena de vodka y gelatina todavía líquida. ¡Poooooooooooncheeeeeeeeeeee! fue su
grito mientras revoleaba el recipiente encima de sus amigas, de las cortinas y
de la pared pintada de blanco. La risa les impedía hablar, ninguna podía
ponerle freno a la batalla porque frenar era perder. Vaciaron la alacena:
Chizitos, yogur, arroz, yerba, todo.
Cuando sonó El
campanero ninguna pudo resistir ponerse a bailar, Gonzalo en una esquina ya
ensayaba los pasos de siempre. Enganchada venía El matador y después Mil
lágrimas. La marea estaba enloquecida. Merry bailaba encima de la mesa con
los brazos en cruz. Coca subió el volumen al máximo, las voces de Los
Santamarta hacían vibrar los vidrios de
la casa. En el medio de la pista, Julia se empezó a vomitar encima. Corrió
hasta la pared para sostenerse. La siguiente fue Agus, tirada en el sillón
floreado. Merry vomitó afuera, eso le permitió encontrar la manguera. Cuando
terminó, entró a la casa regando a sus amigas. Coca estaba inconsciente en la
escalera. ¡Nunca me falteeees! ¡Nunca me
engaaaañes! Gonzalo amaba a Antonio Ríos.
La ropa terminó apilada en un rincón del baño de arriba.
Las cuatro se metieron en la bañadera y lucharon por ocupar el lugar debajo del
chorro de agua. Se reían y se resbalaban. A Julia se le ocurrió poner el tapón
y que se tomaran un baño de inmersión. Fue difícil acomodarse, pero lo
lograron. El vapor empezó a cubrir los espejos y la vigilia de las amigas. Coca
descansó la cabeza sobre la espalda de Agus. La voz de Gonzalo las despertó.
Apareció de pie en el medio del baño, la cara desfigurada. A las chicas les
pareció que había tres o cuatro Gonzalos.
Así que vos sos Lucas_River. Así que sos vos. Le hablaba a Julia. Había
descubierto a Lucas_River, el secreto mejor guardado del grupo, el usuario de
chat al que le habían dado vida para investigar a las demás compañeras, a los
pibes que estaban buenos, a Nicolás y, por supuesto, a Gonzalo y sus andanzas
en XaiXai. Al día siguiente fueron todas al colegio usando las bombachas de
Lidia.
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