A Lupe le pareció que soñaba con la ventana abierta, y cuando abrió los ojos vio a su mamá sentada en la cama de al lado, la mitad del torso afuera fumando un cigarrillo. Debía ser pasado el mediodía porque se sentía el olor de la comida. Entrecerró los ojos para hacerse la dormida y poder espiarla. Juana se dio cuenta.
—Perdoname, Lupe, es el único lugar donde puedo estar sola.
El humo que entraba por la ventana la hizo adormecerse.
—Tuve tu embarazo en la guerra. Todo el tiempo estaba nerviosa, nunca había visto tantos aviones. A las ocho en casa. Las alpinas de madera, ¿y si caía una bomba? Vos eras mi primera hija. Mi único objetivo era que sobrevivieras… Y con todos los muertos del presidio, dando vueltas por ahí, en la iglesia donde se casó tu prima. Esta isla es una maldición.
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