16 de abril de 2009

Pecados rojo carmesí. (pieza de teatro de mí)


"Aunque vuestros pecados sean como la grana,
como la nieve serán emblanquecidos.
Aunque sean rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana."

Isaías 1:18

En una casa de campo, en Entre Ríos. Es una casa grande, colonial, llena de pasillos y habitaciones de techos altos. El piso está lleno de insectos, y afuera se escuchan las chicharras y los sapos cantando. Es noche de luna llena, tan luminosa que casi parece de día. En una habitación casi vacía, entra la luz por un ventanal enorme. En la esquina de la habitación hay un piano viejo. A través del ventanal se ve una laguna grande. Monica –una mujer de alrededor de 35 años- sentada sola en el medio de la habitación; tiene puesta una bata floreada sobre un camisón blanco, anda en pantuflas, tiene el pelo despeinado y agarrado en un rodete bien alto en la cabeza. Se escucha a alguien que aplaude desde afuera. Monica se levanta, va hacia la derecha del ambiente, donde está la puerta, y abre. Frente a la puerta se ve a Graciela, con las manos llenas de bolsas y una caja que le cubre prácticamente toda la cara.
Monica: ¡Al fin, che!
Graciela (todavía detrás de la caja): Bueno, el tren tardó muchísimo. Gracias que llegue, ¡y encima a esta hora! Solo a vos se te ocurre…
Monica: Bueno, bueno, sin reproches, que yo he estado para vos en más de una situación parecida. ¿Hasta cuando te quedas?
Graciela: Mañana me voy, tengo que llamar a José para que me venga a buscar porque el tre…
Monica (interrumpiéndola): ¡Dale! Dale, pasá, ¿te vas a quedar ahí en la puerta todo el día? (Graciela entra al ambiente) Encima entra un frío helado, con lo que me costó calentar esta habitación. Ahí está, pasá, ponete cómoda, tenemos una noche larga por delante.
(Graciela va dejando las bolsas mientras Monica habla. Finalmente coloca la caja sobre el piso. Cuando puede ver la habitación, se queda anonadada. Mira a su alrededor despacio, empieza a caminar, recorriendo el ambiente, viendo las paredes vacías. Mientras tanto, Monica sigue hablando).
Monica: ¿Qué pasa? Ah… la casa. Es sorprendente ¿no? A mí al principio me asustó; ahora ya me acostumbré. Es impresionante el lugar que ocupan los objetos en nuestra vida… (Silencio, saca del bolsillo de su bata una caja de cigarrillos y una caja chiquita de fósforos, se prende uno, aspira fuerte, y sosteniendo el humo, camina hacia bien delante de la escena y sigue hablando). Nunca me había dado cuenta, ni se me había cruzado por la cabeza…Es como cuando se te muere un perro que tuviste toda la vida; cuando estaba, ni bola, pero de repente no está, y te hace toda la falta del mundo. Ahora no tengo mis muebles, y esta casa es inhabitable: ya no me acuerdo como era, no entiendo como en algún momento esto pudo ser un hogar como Dios manda.
(Graciela sigue mirando alrededor, caminando lento, cada tanto murmura un “mmmhm” como respuesta a lo que está diciendo Monica).
Monica: Pero bueno, ¿sabes que también tiene sus ventajas este asunto? ¿Viste que dicen que en la vida hay que ver el lado bueno, el vaso lleno, y que se yo cuantas huevadas? Que se yo, la habitación vacía me da libertad.
(Graciela ahora frenó y escucha lo que dice Monica)
Graciela: Muy bien, che. Tenés razón. Hay que ver el lado positivo de las cosas.
Monica: ¡Claro! Por ejemplo, si no hay muebles, y no hay alfombras, y no hay ceniceros, no hay nada que dañar ¿Cuál sería el problema de tirar las cenizas al suelo? ¿o incluso todo el cigarrillo, como si fuera la calle? ¿o por qué no dejar todo tirado por ahí como si se acabara el mundo mañana? (Mientras habla, camina por la habitación, tira las cenizas del cigarrillo al piso, se saca la bata y la revolea por el aire, hasta que cae al piso, en la otra esquina de la habitación, a medida que habla, se empieza a emocionar) ¡A la mierda con todo! ¡Esto es una revelación!
¡Esto…
Graciela: Bueno, calma Nostradamus, serenate un poco y dame un pucho. Por lo menos te dejó el piano ese.
Monica: Tenés razón. Ni siquiera estoy tan contenta. La casa sin muebles me sigue dando tristeza. Pero, por lo menos, nos sirve para el conjuro. Y, es verdad, me quedó el piano.
(Camina hasta la bata, saca los cigarrillos, le da uno a Graciela. Cuando esta lo tiene en la boca, Monica prende un fósforo y lo prende).
Monica: ¿Trajiste todo?
Graiela (terminando de aspirar el cigarrillo): Si, todo lo que me pareció, y más.
Monica: Bien. ¿Qué te parece? Antes comemos, ¿no?
Graciela: Perfecto.


Sentadas en el piso de la habitación, en la oscuridad de la noche. Hace frío, están las dos envueltas en frazadas. En el medio, una lata llena con agua, lo que parece ser la tapa de una olla vieja y oxidada, la comida desparramada por el piso, y una bolsa con sal; cada personaje tiene un objeto que hace las veces de plato. Comen en silencio y toman las dos de la lata de agua por turnos.
Monica señala con el dedo a la sal, mientras mastica. Graciela no la mira. Sigue en la misma posición, juntando furia, hasta que termina de masticar el bocado que tiene en la boca. Ni bien termina, con el brazo que señalaba le pega un codazo violento a Graciela.

Monica: ¡¡La sal!! ¡¡La sal, chee!! (el grito asusta a Graciela, que estaba ensimismada).
Graciela: ¡CHE! ¿Qué te pasa?
Monica: ¡Te estoy pidiendo la sal hace horas! Haceme un favor y pasame la sal.
Graciela: (Agarra la bolsa con sal y se la coloca a Monica en la mano) Toma, Monica. Y cortémosla con esto. Es tu casa, ¡Pero no tenes derecho a tratarme así! ¡Yo vine acá a ayudarte! Fijate, porque yo me vine en tren hasta acá para ponerle un poco de color a este encierro tuyo, y vos... (Silencio corto, luego dice con vos entrecortada)…ya me estoy cansando de vos.
Monica: Bueno, Grace, calmate. Vamos a ponerle color. ¿Conocés la historia aquella de la sal, y por qué no se puede tirar sobre el mantel, y todo ese asunto?
Graciela: ¡Pero andá a cagar, Monica! ¿Te parece a vos que yo me viaje quinientas horas de tren para escuchar la puta historia de la sal y por qué carajo no se puede tirar sobre el mantel? ¿Sabes lo que pienso de lo que decis? Que acá no hay ningún mantel, ¡que estamos comiendo en el piso como ratas!
Monica: (interrumpiendo, firme) Pero, dijimos que…
Graciela: (hace una pausa y continúa) Mirá, estoy harta de verte la cara, de escucharte quejarte, llorar, de sentirte cerca,
Monica: (en voz alta, pero como para si) Te odio, Graciela.
Graciela: (sigue, sin interrumpirse) con tu casa vacía, escucho todo lo que pensas... De tanto escucharte pensar, ya no puedo entender lo que yo pienso...Un nido de ratas, tu casa siempre fue eso: un nido de ratas.... (mira a Monica) ¿¿Vos me dijiste te odio??
Monica: Si, pero te mentí. Te quiero. (Le acaricia la rodilla a Graciela). ¿Trajiste las cosas?
Graciela: Si, si, ya te dije quinientas veces que si. ¿Me vas a volver a preguntar? ¿Querés jugar a preguntar mil veces cosas que ya dijimos?
Monica: No, deja, con ésta me basta. Sos una buena amiga.
Graciela: Bueno, gracias, en el fondo vos sabes que también…
Monica: Si, si, claro. Soy una buena amiga, lalalala y todo el cuento. ¿Guardamos y arrancamos?
Graciela: Hecho.
Monica y Graciela están sentadas en el medio de la habitación, rodeadas de las bolsas y la caja que trajo Graciela. Monica tiene un anotador en una mano y un lapiz en la otra.
Monica: Bueno, a ver… Yo tengo esta listita de lo que me dijo Josefa que ibamos a necesitar. Te voy leyendo y vos decime.
Graciela: ¡Dale! (mientras abre la primera bolsa y mete la cabeza adentro para ver qué hay).
Monica: Arranquemos. Mmmhmm, a ver. Ajos.
(Graciela saca un par de dientes de ajo de la bolsa y se los muestra a Monica).
Monica Ok (tacha algo de su lista). Pelos de un perro callejero.
Graciela: (sacando la mano de la bolsa con asco, sosteniendo un mechón de pelo de perro). Esto es una locura, somos mujeres grandes….
Monica: Bueno, no es momento de arrepentirse. Ya lo hablamos quinientas veces por teléfono. Si realmente pensaras que es una locura, no te hubieras venido de tan lejos a estas horas.
Graciela: Mirá, vine porque te escuché muy mal por el teléfono, y la hora es porque algunos todavía trabajamos, como adultos que somos, y, además, ya te dije lo del tren…
Monica: Igual, no me convence. Si te pareciera tan espantoso, no hubieras venido. Sigamos: ¡Uy! Este es importante: agua bendita.
Graciela: (cambiando el rostro, orgullosa de haber conseguido un ingrediente tan difícil, saca de la bolsa un tapper con agua y lo sacude en la cara de Monica).
Monica: …Impresionante. ¿Cómo sabemos que está bendita?
Graciela: Yo misma se lo pedí al vecino de mi hermano, que es cura. Le dije que ibamos a hacer un bautismo casero para Julián, porque a mi viejo no lo podemos mover hasta la iglesia. Y, en teoría, su sueño es ver a todos sus nietos bautizados… Le armé todo el verso. Le encantó. Además le dije que el mismísimo viejo le quería echar el agua en la cabeza, y que, como esta muy viejo, la mano le tiembla mucho. Entonces me tuvo que dar un montón, ¡es casi un litro!
Monica: Aii, Grace, a veces me asustas con tus locuras. La podrías haber robado de la iglesia y ya. Pero, que se yo, cada uno tiene sus métodos. ¿Orégano?
Graciela: Tenemos.
Monica: ¡Uy! ¿Tres dientes humanos?
Graciela: (de nuevo orgullosa): Mhm. Más te vale que funcione, porque estoy sacrificando los primeros dientes de Julián.
Monica: Perfecto. Nos falta poco y nada.
Graciela: (con la cabeza adentro de la bolsa) ¡Esperate! También traje algunas cosas que me parecieron…eh…”útiles”. (Va sacando de la bolsa a medida que nombra). Velas, cuchara de madera para revolver, pañuelos para cubrirnos la cabeza, mmm, un par de chocolates y la cámara de fotos.
(Monica la mira estupefacta).
Monica: Menos mal que era una locura ¿no? ¿Qué hubieras traído si te parecía lo más coherente del mundo?
Graciela: Yo si hago las cosas, las hago bien. Y punto. Esto no deja de ser una locura.
Monica: Como digas. Nos faltan dos cosas.
Graciela: Una está en la caja…
Monica: Perfecto. La otra la tengo yo. (Saca del bolsillo de su bata un cepillo de dientes). Manuel se cepillaba todas las mañanas con esto, antes de irse; no podía usar otro, decía que los demás cepillos le dañaban las encías. ¿Viste que los dentistas dicen que hay que cambiar cada tres meses más o menos? Bueno, él tuvo éste por como tres años, el muy sucio. Se lo olvidó, o lo dejó a propósito, no sé. En fin, la cuestión es que está todo ¿no?
Graciela: Si. Repasemos: hay que hacer la mezcla en una habitación vacía, sin muebles ni fotos, ni nada. Hacemos la mezcla y una vez que se la termina, hay que lograr que entre un hombre a esa habitación; ahí ¡zaz! Inmediatamente surte efecto el conjuro.
Monica: Perfecto, al menos eso es lo que me dijo Josefa. Va a funcionar, y ese maldito me las va a pagar. La vida siempre te da revancha ¿viste?
Graciela: Veo, veo. Pero ¿cómo vamos a meter a un tipo acá en el medio de la noche? ¿a quién? ¿con qué excusa?
Monica: Grace, vos tenes tus recursos, yo los míos. El vecino de la chacra de al lado siempre me viene a ayudar con cosas de la casa. Yo lo dejo, de última, después me hago la boba que no me doy cuenta de nada. Cuando estemos listas, lo llamamos para que nos venga a ayudar con la línea del teléfono que “no anda”, ¿entendés?
Graciela: …Tenes todo pensado, ¿Lo vamos a hacer en serio, entonces?
Monica: Y, ¡si!, ¿o te viniste hasta acá a jugar a las Barbies?
Graciela: No, no, claro. Tenes razón. ¿Arrancamos?
Monica: Dale, dejame poner una música que grabe de la radio con el walkman. Grabe las más serias que pasaban, tipo místicas. Algunas tienen la voz del locutor que las interrumpe ¿viste?, pero bueno, todo no se puede, decí que no lo tenemos que hacer en silencio total, habrá que concentrarse.
Graciela: Claro, mejor poné la música. El silencio de la noche me da un miedo terrible. Y más si me cacha haciendo brujerías.

La habitación vacía, las dos amigas se encuentran sentadas alrededor de una olla con una cuchara de madera adentro, tienen las cabezas cubiertas con pañuelos. Hay velas encendidas por la habitación, desde el walkman se escucha una música suave, pero moderna, es un sonido de mala calidad. Alrededor de las amigas se encuentran los ingredientes para el conjuro y la receta. Mientras miran la receta, van colocando dentro de la olla, cuidadosamente, los ingredientes y charlan.
Graciela: ¿Y? ¿Te levantaste una mañana y no había nada?
Monica: Nada de nada, te digo. Quedó el cepillo nomás. Mirá de lo que depende la vida de ese hijo de puta, gracias a que el muy sucio se deja el cepillo de dientes, nosotras lo podemos matar. (se rie).
Graciela: Esperate…¿matar? ¿de qué hablas? Tampoco la pavada.
Monica: Ai…Grace, te lo repito: ¿viniste a jugar a las Barbies? Yo a ese hijo de puta lo quiero muerto. Me dejó sin nada, ¡uso el piso de cenicero! ¡¡Por Dios!!
Graciela: Pero…escuchame…Esto es una locura. ¿Josefa te dijo que para eso servía el conjuro?
Monica: Te digo que si, que me lo dio la mismísima Josefa, le ví la cara mientras me dictaba los ingredientes, uno a uno.
Graciela: Monica…Yo no se…No me quiero meter en esto; yo vine a darte una mano, no a…a…yo tengo a Julian… y a José…
Monica: Aii, nena, no pasa nada con los que hacen el conjuro, mirá, esto lo afecta solo a Manuel. Terminamos, cada una su ruta, y él a su suerte. Además, probablemente ni nos lleguemos a enterar de lo que sea de la vida de ese pobre tipo…
Graciela: Pero…
Monica: Chh, ya está, nada de “peros”; a terminar lo que ya empezamos. Además, ni me hables de tu familia, bastante bien te vendría que te abandonaran a vos también.
Graciela: Estas loca, terminamos con este asuntito y no te quiero ver por un tiempo largo.
Monica: Si, por una semana, hasta que seas vos la que venga a pedirme a mi que hagamos el mismo conjuro para Jose.
Graciela: Basta, che, no uses las cosas que te cuento como amiga en mi contra. Terminemos con esto.
Monica: Me parece un buen trato. Solo nos falta lo de la caja. Mientras yo lo vuelco, vos lee el conjuro en voz alta.
Graciela: Para, para, para…
Monica: ¡Ya lo hablamos, mierda! Lee el conjuro y terminemos de una vez. (Abre la caja y saca en su mano lo que parece ser una paloma muerta. Comienza a cortarla en partes, con mucha cara de asco, y a tirar los pedazos a la olla).
Graciela: Perfecto, yo me presto para tus ridiculeces: (lee rápido y con desgano) “Así como se marchitan las hojas en otoño, que se fundan estos elementos en el calor de la caldera y que quien llama a su suerte, obtenga respuesta”. Listo, seguro que ya se murió.
Monica: No, no. Todavía no, pero pronto. Solo nos falta el hombre. Vos quedate acá, trata de esconder un poco la olla, yo voy a traer al vecinito.
(Monica sale de escena, mientras Graciela intenta ordenar la habitación. Se escucha como Monica abre la puerta).
Monica: ¿Mi amor? ¿Qué haces acá? No te espera…
Manuel: Quise venir a verte, pedirte disculpas, no se por qué…(entra a la habitación, ve a Graciela con la brujería). Hola Graciela ¿qué es todo esto? ¿Qué mierda es…?
Graciela: Eehhh…
Monica: (entrando a la habitación) Es que Graciela…esta mal con José, y…
Graciela: ¡Para de echarme la culpa a mi! ¡Me tenés cansada, che! ¡¡Yo me voy a la mierda de acá, Monica, sos una loca de miedra!!
Manuel: No, no, momento. De acá no sale nadie hasta que yo no entienda absolutamente todo lo que está pasando. Llego a mi casa y me encuentro ¡con dos dementes haciendole brujería a un pobre hombre!
Graciela: ¡Pe…!
Monica (interrumpiendo a Graciela): Momentito ¿Tu casa? Que yo sepa, vos te fuiste y te llevaste todas las cosas, así que técnicamente, ésta es mi casa, y en mi casa, mis amigas pueden hacerle a sus maridos toda la brujería que se les cante.
Graciela: ¡¡Yo no estoy…!!
Manuel (nuevamente interrumpiendo a Graciela, con ironía): Claro, totalmente entendible: yo me voy y es lógico que esta casa se convierta en el escenario de Las brujas de Salem. Me niego a tolerar esta locura. (Entra en el ambiente y se pasea entre la olla y los ingredientes).
¿Qué carajo están haciendo acá? ¿Qué mierda le quieren hacer al pobre José?
Graciela: Manuel, el conjuro es para matarte a vos. ¡José no tiene nada que ver en esto!
Manuel: ¿A mi? ¿Matarme a mi? ¿Y yo que mierda hice para terminar así, victima del rapto de locura de dos neuróticas? ¿Qué es todo esto? (comienza a patear los ingredientes que encuentra en el piso). Así que matarme… A ver, a ver (recoge del piso la libreta donde Monica tenía escrito el conjuro).
Graciela: Manuel, disculpá, yo solo quería…
Manuel: Ahhh, claro, acá están todas las intrucciones por escrito, ustedes son unas profesionales, ¿qué dice acá?
Monica: Manuel, es suficiente, andate de acá, no se para que volviste.
Manuel: De ninguna manera, ya que arrancamos con el circo, lo llevamos hasta el gran final.
Monica: Man…
Manuel (la interrumpe, leyendo de la libreta): Ajo, claro, pelos, bla, bla…Interesante resultado: “Cumplidos los tres meses de realizado el conjuro, dé de beber la pócima a su supuesto ayudante, y toda la fortuna de aquél será suya”.
Graciela: Manuel, ¿qué decís?
Monica: ¡Basta! ¡Los dos fuera de mi casa!
Manuel: ¡Tarada! ¡Que al boluda esta te quiere afanar toda la guita con un conjuro! ¡Y vos sos más boluda porque caíste como la mejor!
Graciela (anonadada): ¿Qué? ¿Cómo? Pero…si yo vine acá…a….a….a darte una mano…a ayudarte….¿Monica? Moni…¿Cómo pudiste tomarme el pelo así?
Monica: Graciela, es brujería, no te estoy apuntando con un arma, no lo tomes tan en serio…
Graciela: Pero Monica, yo no fui nada más que una gran amiga con vos, no merezco…
Manuel: ¡Bueno, bueno! ¡Basta de culebrón, che! Vos no te vengas a hacer la gran amiga, que durante todas esas noches que pasamos juntos no te acordaste mucho de Moni.
Monica: ¡¿Qué?! ¿Vos?
Graciela: ¡Manu!
Manuel: ¡Manu las bolas! ¡Encima venís acá a hacerme brujería a mí con esta boluda!
Monica: No lo puedo creer, ¡¡las dos personas en las que yo más confiaba!! Se me cae el mundo…
Graciela: ¡Sos un hijo de puta! ¿Sabes qué? Al principio me daba cosa matarte con la magia esa, pero después le tomé el gustito, y…
(Se escucha el ruido de la puerta de entrada que se abre, y aparece abruptamente el vecino en la habitación, agitado y alarmado. Tiene aspecto de dormido y habla lento. Antes de que se dé cuenta de que está Manuel en la habitación, empieza a hablar, se nota que está actuando).
Vecino: Doña Monica, ¿Me mandó a llamar? ¿Hay algo andando mal?
Monica (desconcertada): Ahhh, emm, si. Si, hola Pedrito. Pedrito, anda mal el teléfono; la línea del teléfono no anda.
(Manuel se encuentra cerca del teléfono. En silencio levanta el tubo y escucha el tono. Cuelga).
Manuel: La línea anda.
(Pedrito pega un salto al escuchar la voz de Manuel, se le trasforma la cara, la voz y la actitud, habla con firmeza).
Pedro: Monica, ¿me querés decir qué hace este tipo acá?
Manuel: ¿Este tipo?
Monica: Emm.
Pedro: Hablá Monica, ¿qué pasó con la mágia? ¿tenemos el botín al menos?
Graciela (a Monica): Vos…Vos…¿con el vecino? ¿vos y el vecino me querían afanar la plata a mi?
Monica: ¡Vos y mi marido me están cagando a mis espaldas! ¿Para qué? Por lo menos yo tengo un justificativo; Pedro y yo estamos enamorados, queremos empezar una nueva vida y no tenemos ni con qué. Vos me cagas de gusto, nomás.
Graciela: ¿Yo te cago? ¿Quién te pensas que lo convenció a Manuel de que al menos te dejara ese piano mugroso?
Monica: ¡Ah! ¡Pero habrase visto! ¿Sabes qué? ¡Quedate vos con este hijo de puta!
Graciela: ¡Basta! ¡No te dejo hablar así de Manuel! Vos tenías un gran hombre al lado y nunca lo pudiste ver, lo estropeaste al pobre… el era un tipo fantástico, ¡lo arruinaste con tu neurosis! (Calmandose) No como yo con José…José es tan…sencillo.
Monica (saliendose de su furia, mirando al piso, ensimismandose): Tenes razón, José es sencillo.
Graciela (también bajando el tono): Si…
(Un pequeño momento de silencio, todos los personajes permanecen absortos en sus pensamientos).
Monica: Sencillo y…rico.
Graciela: Si, bastante…
Monica (comenzando a juntar los ingredientes desparramados, con una voz avivada): ¿Arrancamos de nuevo?
Graciela: Lo llamo para que me venga a buscar.
(Todos parecen ponerse en acción, Pedro vuelve a su personaje de vecino tonto, Manuel se pone a ayudar a Monica a juntar las cosas del suelo).
Graciela: Vamos con el mismo cuento.

FIN.

No hay comentarios: