17 de febrero de 2010

entre coco y mandioca

12.2.2010

El viernes me canse de estar en el purgatorio de las decisiones. Me había dedicado una semana entera a mandar mails a amigos en distintos puntos del mundo avisándoles que iba para allá, preguntándoles por el clima, por las posibilidades laborales, por alojamiento: para el domingo me esperaban simultáneamente Nick (hermano del australiano que perdió el dedo en mi último viaje) en Londres, Agustín (mejor amigo de luanita) en Madrid y Popa y mi familia en el Puerto de Santa María.
Había prometido ir esa mañana a ayudar a Mila en la tienda, sacando fotos de la ropa a ver si la podía vender por internet. Llegue y le conté sobre mi dilema, sobre mis indecisiones, sobre cuánto me molesta la indecisión. Mila me ilumino con palabras de eterna sabiduría: “Tía (es adorable escucharla hablar perfecto slang español a la vez que omite los artículos), no tienes ningún problema, estas de viaje, cualquier sitio da igual”. Me dejo sin palabras, tiramos una moneda entre las mejores opciones (Londres o Marruecos) y salió Marruecos. Buscamos el pasaje más barato por internet y lo compramos sin más. Sacamos las fotos, ligue una hermosa remera que dice “douchebag” (supongo que en honor a mi actitud hacia la vida esa mañana), vimos una peli y me volví tarde a casa pensando: pasado mañana me voy a África.

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