15 de marzo de 2010

¡al infinito y más allá!

23.2.2010

el molestísimo hostal de fes terminó siendo una bendición del cielo. mi falta de planes se resolvió sola: minutos después de conocer a yuki, me cuenta que existía la posibilidad de ir al desierto desde allí, que se estaba armando un grupo para ir desde el hostal y que ella probablemente iría: ¡gracias dios por este pequeño regalo del cielo en forma de japonesita!
a los cinco minutos se acerca a la mesa otro japones; no habla inglés, pero yo me las arreglo para explicarle lo del desierto, ¡viene! el resto del posible grupo está en la otra esquina del patio, me les acerco: son 4 vascos (¡eh! ¡mi abuelo era vasco!).
a los cinco minutos, el grupo estaba armadísimo; salíamos al día siguiente a las 7 de la mañana.
nos fuimos todos a dormir (por alguna de esas extrañas normas del hotel, yo terminé durmiendo sola en una habitación, habiendo lugar de sobra en la pieza de las mujeres). me tuve que asegurar de ponerme el despertador y además pedirle a una de las chicas que me levantara, no fuera a ser que mi afán por dormir hasta las veintemil de la tarde me hiciera perder la aventura.
al día siguiente, 7 de la mañana, radiante (no tanto) y fresca (menos que menos) salí a la puerta con mi mochila y todo listo.
estábamos todos, sólo faltaba el japonés: lo vimos salir del hostal con una micromochila (lo juro, ahí dentro entraba a lo sumo un pantalón y un cepillo de dientes) y CHANCLETAS (no se imaggginan el frío que hacía). fue el primero en ganarse un apodo: RAMBO (va a haber
muchas crónicas relacionadas con el japonés y el fantástico acierto que fue ponerle ese apodo). entonces conocimos al octavo integrante del grupo, nuestro conductor HAJ (se pronuncia hash).
muy valientemente (sabiendo que íbamos a atravesar el gran atlas a merced de las habilidades automovilísticas de este hombre) montamos en la camioneta y zarpamos hacia nuevos destinos. el soundtrack del viaje incluyo mucha música en euskera y ¡el cd de timotteo! (ti-be-tan-go, ¡ti-be-tan-go!).
por dentro yo rogaba que este grupo de desconocidos no fuera a tener el placer de conocer uno de mis estados más detestables: el pánico frente a las alturas (...cuando crucemos las montañas, yo me hago la dormida y medito por dentro; antes de subirme al camello me clavo un par de vasos de vino).
salimos de fes y el paisaje se transformó; fueron tres días de ver y no creer. precipicios, planicies, nieve, montañas, frío, arena, agua, sol, calor, no nos faltó nada.
pasamos por una ciudad chiquitita y cubierta de nieve. haj nos cuenta que estamos en Ifraní, "la suiza marroquí": lo parece ¿alguien quiere bajar a sacar fotos?; si, ¡¡bajemos a rambo en chancletas!!
frenamos en un pueblito a desayunar: un pan muy fino y frito con azúcar que se unta con manteca, mermelada o miel (se come con las manos, claro); té o café (nada de tazas en marruecos, toman en unos vasitos pequeños -qué gusto da sostenerlos calentitos con las manos frías; nada de azúcar con cuchara, viene en cuadraditos).
volvimos a frenar a las pocas horas para un "little lunch" (¡POR EL AMOR DE DIOS! ¿qué little? frená ahora o me como la camioneta). me gusta mucho tener compañeros de viaje, pero le encuentro una gran contra: por lo general, hay que adaptarse a un promedio de nivel de hambre y mi nivel SIEMPRE está MUY por encima del promedio del grupo.
almorzamos en una estación de servicio en el medio de la nada. había mucho sol y una terraza enorme. ya nos empezábamos a hacer amigos y a disfrutar de las bondades del clima marroquí.
por la tarde nos empezamos a adentrar en marruecos. el suelo se puso árido y a lo lejos se comenzaban a ver las dunas. impresionante.
bajamos a sacar algunas fotos: yo ya empezaba a sentir ese aire de irrealidad que tienen algunos viajes de tan hermosos ¿yo? ¿en el sahara?¿cómo, cómo, cómo llegué acá?

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