15 de marzo de 2010

rambo san


llegamos finalmente al punto donde debíamos cambiar la 4x4 por las cuatro patas del camello. nos tomamos un té, firmamos un contrato afirmando que si moríamos en el desierto la responsabilidad caía sobre nosotros, nos deleitamos con música de tambores bereber en vivo y partimos a conocer a nuestros animalillos.
subir al camello no fue tan grave (estaba sentado), el problema apareció cuando el animal estiró sus tremendas patotas y me encontré a dos metros del bendito piso.
sin embargo, el camino fue hermoso: guiados por mohamet (un marroquí con un ojo tuerto y una pinta de loco que resultó ser el reflejo de su vida interior) atravesamos dunas y dunas, para arriba y para abajo, durante tres horas. vimos el atardecer durante el camino. creo que no podía respirar de la hermosura y la emoción de estar ahí.
cada tanto mohamet frenaba, agarraba todas nuestras cámaras y nos sacaba fotos. tras apretar el botón de cada cámara, miraba la pantallita y hacia gestos de grandeza, como impresionado frente a la increíble belleza y técnica de sus fotos. más tarde, cuando las vimos, nos llevamos tremenda desilusión: todas fuera de foco y cortadas.
a la tarcera vez que nos frenó para "sacar fotos", todos nos preparamos para darle nuestras cámaras. pero no las vino a buscar; se tiró en la arena, nos brindó su mejor pose de sex symbol (dedo en la boca, patita para arriba) y nos imploró que le sacáramos fotos. nunca volvió a agarrar las cámaras. tuvimos que sacarle fotos. así son los marroquíes: al principio te asustan con su locura y después te compran con su sentido del humor.
sin embargo, la risada más grande la tuvimos cuando al llegar nos enteramos de que a rambo le había tocado un camello loco. claro, haciéndole honor a su apodo fue el primero en animarse a subir al camello y el que quedó último en la fila. nadie había escuchado sus pedidos de auxilio durante el viaje y, de haberlo escuchado, lo hubiéramos ignorado por no entender japonés.
resulta que el camello estaba enfurecido (además de ciego, viejo y loco) y se salía del curso de la caravana, gruñía todo el tiempo, amenazaba con tirar a rambo. más tarde, examinando detenidamente mis fotos, me encontré con esta joyita:





sinceramente, si yo era suguru (nombre de rambo cuando va de civil) iba a pata en chancletas. pero no: él es rambo. se imaginarán que después de ésto, lo apodamos con más fuerza

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