15 de julio de 2011

lucifer

Siguió una época de relativa calma en la que todas las cosas volvieron a ocupar el lugar que tenían antes de haber entrado Héctor en nuestras vidas. La única novedad que aquel acontecimiento había impreso sobre nuestras vidas eran las teorías conspirativas de mamá: cada dos o tres días descubría una nueva manera en que Héctor le había fallado.

Un martes por la mañana, mientras desayunábamos en silencio porque ahora estaba prohibido usar el equipo de música, mamá acusó a Héctor de haberse robado juegos de porcelana de la casa. Yo sabía que lo que había sucedido con los juegos no era eso, sino que el gato los había roto todos hacía semanas, una noche en que se había asustado por algo. Yo junté los pedacitos y los arrojé, no dije nada a mamá para que no se la agarrara con el gato. Tampoco dije nada ese jueves; no me parecía del todo mal que mamá pensara que Héctor no la quería tanto. Esa tarde quise consolarla de alguna manera y le propuse ir al mercado juntas.

No hay comentarios: