22 de octubre de 2011

mi amor



era así, querida, patricia tenia la voz aquella que podía imitar el sonido de cualquier trompeta, de cualquier rallador y cualquier perro gruñón. vos nunca fuiste hábil; ni siquiera sabes de música, corazón. vos estabas allí principalmente por dos razones. la primera era tu increíble capacidad para preparar buen té –la temperatura perfecta, la dulzura justa- y la segunda, la necesidad de que hubiera entre nosotros quien, sin participar en ella, evidenciara la lenta muerte de todas las cosas hermosas que nos rodeaban. sabíamos que sucedería tan a ciencia cierta, que era menester que alguien nos rectificara que no estábamos locos de certeza. por eso estabas entre nosotros, mi amor, sólo por eso.
tratá de entenderlo así: no fue tan solo un experimento; realmente eras la peor y la opción obvia a la hora de elegir para la horca. si no lo viste fue por intrusión de tu ego demasiado grande y tu inteligencia menor, ambas cualidades que colaboraron a llevarte a ocupar el lugar marginal que te toca en este orden. en otras palabras: a la hora de buscar consuelo, pensá que tu destino es tan cierto como era absolutamente inevitable. 

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