15 de diciembre de 2011

oceano mar

yo le dije que no cometiera una locura, que nos encontraríamos en tierra, que no tenía nada que temer. pero ella no quiso escucharme. había hombres grandes y fuertes como rocas que lloriqueaban e imploraban un sitio en aquellos malditos botes, saltando de la balsa y arriesgándose a que los mataran con tal de huir de alli. ella se subió a la balsa, sin decir ni una palabra, escondiendo todo el miedo que tenía. las mujeres hacen cosas, a veces, que lo dejan a uno de piedra. podrías pasarte toda la vida intentándolo, pero no serías capaz de conseguir esa ligereza que ellas tienen algunas veces. son ligeras por dentro. por dentro.


(...)


después no es que la vida vaya como tú te la imaginas. sigue su camino. y tú el tuyo. y no son el mismo camino. es así… no es que yo quisiera ser feliz, eso no. quería… salvarme, eso es, salvarme. pero comprendí tarde por qué lado había que ir: por el lado de los deseos. uno espera que sean otras cosas las que salven a la gente: el deber, la honestidad, ser buenos, ser justos. no,los deseos son los que nos salvan. son lo único verdadero. si estás con ellos, te salvarás. pero lo comprendí demasiado tarde. si a la vida le das tiempo, muestra extraños recovecos, inexorables: y adviertes que, llegado ese momento, no puedes desear nada sin hacerte daño. y ahí se desbarata todo, no hay manera de escapar, cuanto más te rebelas, más te hieres. no se puede salir. cuando ya era demasiado tarde, yo empecé a desear. con todas mis fuerzas. me hice mucho daño, como tú no te puedes siquiera imaginar.


(...)


relatan todos aquel viaje. cada uno a su manera. todos sin haberlo visto nunca. pero no importa. no dejarán nunca de relatarlo. para que nadie pueda olvidar lo hermoso que sería si, para cada mar que nos espera, hubiera un río para nosotros. y alguien -un padre, un amor, alguien- capaz de cogernos de la mano y de encontrar ese río -imaginarlo, inventarlo- y de depositarnos sobre su corriente, con la ligereza de una sola palabra, adiós. eso, en verdad, sería maravilloso. sería dulce la vida, cualquier vida. y las cosas no nos harían daño, sino que se acercarían traídas por la corriente, primero podríamos rozarlas y después tocarlas y sólo al final dejar que nos tocaran. dejar que nos hirieran, incluso. morir por ellas. no importa, pero todo sería, por fin, humano. bastaría la fantasía de alguien -un padre, un amor, alguien. él sabría inventar un camino, aquí, en medio de este silencio, en esta tierra que no quiere hablar. camino clemente, y hermoso. un camino de aquí al mar. 


alessandro baricco

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