8 de enero de 2012

I






 De pequeña ella había visto una casa pintada de rosa
y blanco con un jardín en donde había un pozo cavado
con agua y todo. Era lindo mirar para adentro.
La hora de la estrella, C. Lispector


Querida x:
Acostumbro escribir durante mis viajes, tanto que ya se me ha vuelto reclamo. Pero esta vez me pasa algo raro y es que me es difícil la razón, no la palabra. Digo: me fui, me vine, y no sé por qué o para qué, pero con mucha necesidad. Libertad me dijo en una carta que estoy buscando develar un secreto, que alguien me susurre una respuesta; quizás haya algo de eso, quizás cada viaje sea algo distinto. Bueno, se me reclama y no me salé qué escribir: por momentos el tono es alegre, pero por otros es tan triste que se me hace imposible hablar de una travesia que en realidad es un pozo ciego.
Hace unas semanas estuve en Colonia visitando a mi abuela y encontré, entre sus libros, Cartas a los Jonquieres, un libro que compila las cartas que Cortázar escribió a su amigo Eduardo desde sus primeros dias en Europa. Me pregunto qué pensaría Cortázar de que se publicaran sus palabras privadas, todo lo que no entregó a los libros, a los personajes; supongo que se sentiría algo violado. Igual qué importa ya. El punto es que recordando se me ocurrió una manera de hablar sobre Portugal y es esta; es que escribir me ayuda a recordar y también me vacía de la necesidad de contar que va de la mano de la necesidad de creer que ciertas cosas están realmente sucediendo y que hay que sacar afuera porque adentro ya es todo como un puchero y todo aquello que ya bien sabemos que nos regala el placer de la escritura.
En fin, ya sabrás que me fuí. Había llegado a pensar que no me sucederia nunca más eso de las ideas espontáneas que se vuelven necesarias como el mismo aire. Uf, qué manera de equivocarme. Se me apareció, una noche de martes, la idea de Portugal. El miércoles había reservado el pasaje. El sábado, casi como una autómata, confirmé la reserva y la pagué. El domingo me pasé la maniana intentando comunicarme com la aerolinea para cancelar la compra; el lunes me subí al avión.
Al aeropuerto me llevaron Santa y Flor. Vinieron contentos, como si todos nos estuvieramos yendo de viaje; así son los buenos amigos ¿no? No termino de entender esta suerte; intento no pensarlo demasiado porque pronto me siento presa de enormes deudas que me imagino incapaz de pagar.
Como era de imaginarse, todo lo que podia salir mal salió mal y todo lo que no podia, de ninguna manera, salir bien, salió bien. Quiero decir: llegué al aeropuerto con mi pasaporte argentino vencido y mi pasaporte espaniol al dia. Recorrimos el aeropuerto con Santa buscando a quien nos arreglara el asunto por izquierda, mientras nos reíamos de la cara de culo de Flor que, desorientada, no nos lograba encontrar a su vuelta del banio. José me salvo la vida; no sé cómo corno me saco del país, pero lo hizo. Antes de irme, nos despedimos los tres almorzando comida étnica yanqui y brindando con coca-cola. Un abrazo para el camino, unos clonazepam por debajo de la mesa y un carinioso hasta luego.
Una vez del otro lado, abro la guia que me acabo de comprar y leo: Portugal es un pais en alegre conflicto consigo mismo. Digo: empiezo a respetar a mi respeto por los impulsos.
Será hasta la próxima, ya me clavé mi cuarto de pastilla y me empieza a temblar el pulso de solo pensar en tener que subir a la lata voladora del horror.

2 comentarios:

Vale dijo...

No sé quién sos, no te conozco, ni vos a mí. Pero me gusta la gente que respeta el respeto por los impulsos. Buena vida!

Anónimo dijo...

Se que en Portugal vas a encontrarte, te acaricia en el sueño del clona

X