25 de enero de 2012

XXI

Se ha lanzado la propuesta de realizar una nueva manifestación global, 
el domingo 15 de enero de 2012, bajo el lema “¡Ocupa las calles, 
ocupa los corazones, ocupa el mundo!”


X:
un domingo de mierda es un domingo de mierda en cualquier lado del mundo. y encima en este lado del mundo llueve.
hoy a la mañana, la primera en irse fue laura. ayer se compró ropa nueva entonces decidió dejar atrás lo roto y viejo: un par de zapatos y una cartera de perú. triunfo para su novio metrosexual, ya parece otra.
nos abrazamos y se va. a los cinco minutos, nos encontramos con unas botas que se dejó. le gritamos por la ventana y en el calor de la situación terminamos tirándoselas desde el primer piso, a carcajadas. quedamos la indecisa y yo que armamos nuestros bolsos, desayunamos y partimos a la estación. cada una consigue el pasaje que necesita: ella va para el norte y yo para el sur, a la ciudad universitaria de Coímbra.
nuevamente la soledad. termino de leer simone, me quedo sin libros: más soledad.
tras unas cuatro o cinco horas (ya me pierdo con los cambios de horario entre país y país), llego a coímbra. mi guía vieja no muestra ningún hostal. No hay internet en la terminal. Salgo, mochila al hombro, a caminar en busca de algo. El agua cae torrencialmente, las calles están vacías, la parte linda de la ciudad parece lejana. Estoy cansada, me duelen los hombros e, imprevistamente, empiezo a llorar mientras camino.
Un domingo de mierda es un domingo de mierda en cualquier parte del mundo.
Y encima acá llueve.
Sigo dando vueltas, sé que no voy a llegar a ningún lado, es el absurdo total. Tengo la cabeza apagada y no puedo tomar decisión alguna, así que sigo girando por un buen rato, hasta que la ropa empapada y el peso de la mochila me obligan a volver a la terminal.
Me subo al primer micro que sale para Lisboa, abandonando el plan de recorrer Coímbra. No tengo ganas de buscar nada, solo de que me lleven. El viaje es largo y me da tiempo a pensar qué hacer.
Al lado mío se sienta una mujer con pinta de amable que lee revistas de chimentos. Intento leer por sobre su hombro, no conozco a ningún famoso, pierdo rápido el interés. Decido empezar a releer Simone. Vuelvo a perder el interés rápido: lo tengo demasiado fresco.
A la entrada de Lisboa nos quedamos varados durante horas en un embotellamiento. La mujer amable está impaciente, levanta el cuello y mueve los ojos con velocidad. Parece un pájaro. Se sostiene con las manos nerviosas, las que muestras las venas, del respaldo del asiento anterior para ganar altura y ver con sus propios ojos qué es lo que está sucediendo. Desespera. Lanza bufidos de animal, desespera, masculla cosas buscando mi complicidad. Yo me quedo sentada, simulando apacibilidad. No quiero entrar en conversaciones que me crispen más los nervios; suficiente ha sucedido y es hora de mantener la calma. Ya llegaremos.
Sobrevivimos al embotellamiento. La reacción de la mujer amable fue encender el gps de su celular. Gire a la derecha y gire a la derecha, conduzca derecho durante 450 metros y gire a la izquierda. Y así estiré los límites de la paciencia, recibiendo el entero relato de todos nuestros movimientos hasta llegar a la terminal. Es de noche pero yo ya sé que el metro me lleva hasta el hostal.
La coreografía es perfecta y en menos de una hora llego a la calle de mi antiguo hostal. Llueve también en Lisboa pero el ambiente es más familiar y me da menos ganas de llorar. Antes de entrar decido ir a comer en un restaurant de la calle que desplegó un gazebo en el medio de la calle. Como milanesas de pollo y escucho la lluvia que cae encima de mío. No hay nadie y la calle de adoquines se ve hermosa y hasta mágica, llena de brillos dorados como si fueran de oro.
Pago y entro al hotel, me recibe Tatiana con un abrazo. Me dan la llave y me siento amiga porque ya no me cobran el depósito. Me tranquilizo tras un día terrible dentro de mi cabeza. Escribo un poco, charlo otro poco, miro una peli y me voy a la cama. Como siempre: todo blanco. Voy al baño y un cartel me dice, desde el espejo: algunas cosas no son importantes.
Cierro los ojos con la caricia de ese pensamiento.
La misma que mando hacia vos.
Besos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

solo tu felicidad es importante, el resto puede escurrirse sin dolor entre los dedos

se siente acariciada

X