29 de enero de 2012

XXV

Querida x:
La inglesa está loca. No me caben dudas. Me escribe entusiasmada para encontrarnos a cenar. Accedo y me responde que a las seis me viene a buscar al hostal. Me parece bastante temprano, teniendo en cuenta que vamos a tener que estar juntas desde las seis hasta la hora de la cena y no tenemos mucha onda. Sospecho que no le interesa mucho mi presencia, pero que sí necesita la compañía. Por mail me dice que vamos a un centro cultural donde siempre hay cosas buenas, parece segura.
A las seis llega al hostal. Todos la saludan y la conocen: la chica de la historia del novio portugués. Le encanta contarla. A los dos minutos de haberla saludado me doy cuenta de que esto no va a funcionar.
Pide usar una computadora para buscar la dirección; a pesar de lo que decía en el mail, parece que nunca fue hasta este lugar. Es en la loma del tuje. Un segundo después se pone a hablar con unos franceses que están sentados en el living del hostal. Les cuenta la historia del novio portugués, los invita a venir y les da un papel con la dirección, su nombre y su teléfono.
Salimos. No tiene idea de para donde encarar, se prende un porro y empieza a acercarse a grupos de gente a preguntar.
-Se huele mucho, atino a comentar. Estamos en la calle más turística de Lisboa y hay muchos policías. Titular de la noche: Presa en el extranjero.
-It´s ok, me dice la inglesa. No me fio para nada, pero me entrego a lo que me toca.
Puede ser que le guste Ben y esto sea una especie de venganza, un mantener a los enemigos cerca. Igual me voy mañana, solo resta sobrevivir un par de horas.
Logro que nos sentemos en una escalerita a fumar y charlar sobre lo que vamos a hacer. Es temprano pero es de noche. Me sorprendo logrando, sin insistir, que vayamos en busca de Pedro, a ver si quiere unírsenos. La inglesa piensa durante unos segundos y encara en dirección a lo de Pedro. Llegamos:
Dani-¿Estás segura de que sabés donde vive?
Inglesa-Absolutamente (toca un timbre)
Voz de hombre que no es Pedro: ¿Hola?
Inglesa: Hola, ¿esta es la casa de Pedro?
Voz de hombre que no es Pedro: No
(…)
Pedro nos abrió la puerta y Hayley festejó un poco excesivamente mi presencia como una sorpresa para Pedro. Nos habíamos visto una sola vez, con mucha buena onda. Pero el pibe estaba viviendo su vida normal de martes a la noche y le cae una inglesa loca con una piba argentina que levantó en un hostal, las dos fumadas y aburridas: le debe hinchar las pelotas.
Pedro nos invita a pasar y nos cuenta que está esperando a una cita. Van a cenar. Hayley abre la heladera y se sirve jugo. Se saca todo el abrigo y se sienta en la cocina.  Quiero sacarle conversación, entonces le cuento sobre el viejo acosador del hostal. No me escucha ni media palabra y se pone a mirar cosas en la compu. Me contengo; al rato de silencio le sugiero que nos fueramos, que podría ser que estuviéramos interrumpiendo el momento de Pedro.
-Pedro ¿No tenemos que ir?
-No, no, quédense…
Y así durante unas dos o tres horas durante las cuales: Pedro salió a comprar los ingredientes para la cena, peló, cortó, mezcló, saló y cocinó pescado con verduras, lavó todos los platos, puso la mesa para dos y fue dejado plantado. Mientras, nosotras fumabamos, lo mirábamos y comíamos las galletitas que Pedro traía como resultado de mis quejas de hambre hacia Hayley (calculado recurso para lograr sacarla de ahí) quien, en vez de avivarse, le pedía comida al pobre pibe.
Llega Ben, razón número dos por la cual me urge retirarme. No quiero un reencuentro romántico, estas cosas deben hacerse en castellano* (…)
El plantazo fue feo y en algún sentido creo que terminó estando bueno que estuviéramos ahí con él. La historia tenía picos de culebrón y sobraban razones de más para que el invitado faltara a la cita.
Nos vamos. Logré salirme del plan del centro cultural y ahora solo quiero volver al hostal y dormir. Mañana tomo un avión a Barcelona y ya me estoy poniendo nerviosa.
La casa de Pedro queda a tres cuadras peatonales de casa, pero entre tanto pasadizo y callejón, me pierdo. Le preguntó a Hayley por dónde irme y me dice que ella me va a dejar con el taxi, que le queda de paso.
Antes de que pueda objetar, Hayley ya paró un taxi y confunde al taxista tirándole coordenadas inexistentes en un portugués mutante mientras él la mira azorado. Me subo al taxi. Nos empezamos a alejar del hostal: no es que nos estuviera cagando, es que era mucho más largo ir en auto que caminar. El taxímetro marcaba cinco euros y sólo me había alejando aun más de mi destino. Vi que Hayley revisaba su billetera. Dije que reconocía una esquina, que el hostal quedaba a la vuelta. La inglesa no me creyó pero me dejó irme. Le doy cinco euros y me bajo a caminar.
Adiós Hayley, qué curiosa suerte te acompaña.
Adiós x,
Besos.

*http://elseniordeabajo.blogspot.com/2007/12/coger-en-castellano.html, un cuento que me pasó una vez mi genio y amigo diego materyn.

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