2 de abril de 2012

venganza comienza a parecer una palabra feliz

foto: kanoazimmerman.com

Ester, yo quise poner las cosas en su lugar, que no te quepa duda. La palabra venganza comienza a parecerme una palabra feliz. No encuentro el lugar donde he guardado las esperanzas, como la vieja que se olvida por qué rincón insólito de la casa ha escondido sus ahorros.
¿Es qué queda vida una vez perdida la fe?
Creo que no, Ester: los días son una sucesión de sinsentidos y lo único que puedo hacer es asegurarme de que mi cuerpo vaya de acá para allá y realice todos los movimientos necesarios para cumplir con lo que se espera de él.
¿Y yo? ¿Y yo, Ester?
Ha sido rotundo y a la vez silencioso el fin. Primero y último, las cosas no volverán a ser como eran. Calmas, sí, predecibles también. Pero como eran, jamás. Más ásperas, más torvas.
Vivo en este barco de papel ahora, Ester. Esperando que se termine de empapar y me deshaga con él, ¿de dónde ha salido esta inhóspita fragilidad? Y cuánto sentido tiene ahora, Ester, el dolor.
Sólo puede sentirse dolor: es lo que sentiré de aquí en adelante si he de permanecer en este mundo.
Las cosas ya no suceden por mí, simplemente se suceden entre ellas como notas de la partitura de la música que hace bailar a nuestras vidas. Así voy, querida, de arriba para abajo y bailo también con los ojos, las manos y la boca.
Ester ya no estoy aquí, si de alguna manera es posible. Han cortado las cables que me unían por dentro.
Veo a un gordo que camina por la calle haciendo como que toca la batería. Y lo mismo me daría ser él que ser vos que comer tortilla de papás o un pedazo de pan integral.
Y por las noches, Ester, solo quisiera que alguien me abrazara para sentirme más atada a la cama. Y ¿será posible? Es el único lugar donde no me da igual tener a o b. Han pasado cosas, estoy segura, y he querido decir zeta y he dicho i; tampoco me importó tanto porque ya conocía el final.
Empecé a querer a alguien. Hay algo del amor que se ha vuelto un problema para mí.
No quiero escuchar ni entender nada más, no necesito consejos ni ayuda. Creo que he llegado a ver las cosas con una claridad inusitada:
La vida ha sido hermosa, Ester, ¡de veras!
Pero ya no lo es.