22 de mayo de 2012

querido II


Ayer he ido a casa de sus padres. A diferencia de la semana anterior, me ocupé de llevar tacones  y maquillaje. No podía evitar sentirme travestida con tantos colores artificiales en el rostro. Parte de un show de música tropical o algo así.
Es extraño lo que observan los hombres en las mujeres, que somos como un cuadro casi. Preocupadas en cada esquina, cada detalle. Llegué a su casa y toqué a la puerta. Tardaron en atender y mi corazón latía fuerte marcando un paso rápido. Se me dificultaba permanecer serena y delicada por fuera mientras por dentro se desataba tal monstruerío.
Abrieron la puerta
-Buenas tardes (…)
Debí esperar un largo rato para mencionar su nombre, sentía que cualquier comentario me pondría en evidencia.  La charla rondaba nuevamente el tema de la literatura, etc. Hice mi entrada triunfal:
-Cesar y yo descubrimos que desde el relato aquel de Cecilia Gitelman, se ha impuesto una moda entre los escritores de poner a algún trompetista entre sus personajes. Por cierto ¿dónde se encuentra mi querido amigo?
-¡Oh! ¡Por dios! Si supieras.
-¿Qué?
-¡Contalo, Berta! Los chicos se merecen saber
-¿Qué? Ya, cuenten
-¿Dónde está Cesar?
-Bien: Cesar ha muerto.
Me subió el calor a la cabeza, sonreí. No sé por qué sonreí con el rostro en llamas.
                -Por lo menos en lo que a nosotros respecta. Ha sido llamado para ir a la guerra.
Más de la mitad de las mujeres que estábamos en el comedor no sabíamos que nuestro país estaba en guerra. Salté de mi silla y me encontré de pie. Un escalofrío me estremeció todo el cuerpo, haciéndome temblar visiblemente.

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