7 de junio de 2012

cada tanto llega el momento de desvestirse de verdad de rendirse por un rato, de dejar de sostener los mil hilos, las caras el sonido fuerte de la angustia, de sentarse a llorar y gritar y maldecir por lo sufrido, dejar de aguantar las quejas, porque quejarse está mal dejarse gritar y decir nombres, contar historias y poner cara de tonto, con los labios enroscados y los ojos colorados y el gesto de reclamo: ¿¡por qué!? entonces también se puede llorar por los amores que se extrañan, los que ya debemos dar por clausurados, los mal vistos y también hablamos de los amigos que ya no existen, aquellos que hemos olvidado y a los que ya no sabemos querer podemos llorar por los muertos, aunque hayan sido viejos, lejanos o desconocidos: por un rato yo lloro por lo que se me da la gana, como está mal visto, eso de llorar por idioteces por el capricho de odiar que pase el tiempo es un rato nomas, y cada tanto llega el de abrir la puerta de par en par y echar a patadas todo eso, esto y todo aquello, también.