1 de junio de 2012

ser feliz


la vida es así, dijo, como un pestañeo
como un aleteo imperceptible corre
el tiempo veloz y nosotros con números
y agujas y fracciones buscamos entenderlo.

preferiría que lo perdieras, al tiempo me refiero,
que lo extraviaras debajo del colchón o
entre las especias de la cocina.
que encontraras, a cambio, la delicia
de las tardes y de la luz
del sigilo de la noche y sus suaves vaivenes.

yo tuve poco de aquel, del que vamos a olvidarnos.
puedo contarte que a nosotros, los fantasmas,
poco nos importan las tres de la tarde o las
ocho de la noche en nuestro celeste deambule
del este al oeste y por eso los colores nos marcan
el compás del mundo.

cuando te vi, por ejemplo, era una tarde naranja
tus ojos eran violetas, tu piel azul y tus manos
-hechas de cielo- negras como una nube
llena de tormenta.

llorabas por los dedos, debo decirte, creí
que me extrañabas y planté semillas de sueños
en tus noches. en ellos te abrazaba y mirábamos
juntos el cielo, que es el mismo para los vivos
y los muertos.
anduvimos de la mano porque yo sé
cuánto te gusta extenderte en otro, multiplicarte
nunca la solté, aquí la tengo, no creas en lo que ves.

pensabas, en el sueño, en mis manos y reías
al verme tan chiquito, así te despedí
sin poder evitar que crecieran otros sueños
más oscuros en tu bosque.

pestañea, entra la vida. pestañea, se va.
es breve y amarilla la visita, no la olvides
la delicia
de las tardes y de la luz
del sigilo de la noche y sus suaves vaivenes.
y tu mano negra y el cielo naranja. 

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