18 de julio de 2012

-Señor, ¿me dice la hora? El viejo dio tres pasos más y frenó. Le daba la espalda a César, giró y le clavó sus ojos azules sobre los suyos. Tuvo un escalofrío; nunca nadie lo había mirado de esa manera. El viejo tosió sobre su mano izquierda y la limpió contra el costado de su pantalón, luego levantó el puño, miró fijo a su reloj y, volviendo a clavar los ojos azules, dijo: -Son las doce y cuarto, hijo.

No hay comentarios: