30 de septiembre de 2012

dia 16

 llueve mucho en moscú.
de nuevo la plaza roja está habitada por el espectáculo militar y no se puede terminar de ver en todo su esplendor. moscú está construida en forma de anillos que rodean al kremlin. el kremlin es una especie de barrio amurallado del siglo XII donde están los principales edificios del gobierno. o sea que para ubicarse, hay que pensar en qué anillo está uno parado. voy a ver el kremlin; edificios, iglesias, edificios. la campana más grande del mundo que no puede sonar y el tanque más pesado del mundo que no puede disparar. "a los rusos nos gustan las cosas a lo grande", me dice vladimir, el guía. entramos en muchas iglesias y la última tiene tumbas de varias dinastías rusas. la mezcla entre el comunismo acérrimo, la religiosidad acérrima y el fanatismo acérrimo por la vieja realeza es algo que no termino de entender.
vamos a ver la tumba del soldado desconocido, donde hay una llama eterna, un fuego siempre encendido cuidado por unos militares de esos que tienen que estar quietos todo el día. no tienen más de quince años. la tumba es un monumento a los caidos en la "gran guerra patria" (nota mental: estudiar más historia).
paseo por ahí, me empapo y saco muchas fotos. me compro unas zapatillas nuevas porque las viejas me aprietan un pie. ¿por qué tengo un pie más grande que el otro?
recorro el camino hasta el tren llena de ansiedad. se me vuela todo de un golpe de olor cuando entro al baño de la terminal. poco a poco me voy conviertiendo en una experta del arte de mear parada. espero con todas las personas que van a tomar el tren conmigo. alrededor: rusos. grupos de pibes todos vestidos iguales (jean azul, campera de cuero), mujeres sobremaquilladas, pibas que parecen modelos, pibas que parecen huérfanas de peliculas. todo lo que te puedas imaginar, hay. durante la espera, el brasileño me agarra del viaje y me lleva a una licorería: vamos a comprar resistencia para el tren, no me puedo negar. en menorca ya me bajé el whisky que me regaló mi prima en una hermosa petaca y ahora la tengo vacia. me compro un nuevo whisky y el brazuca compra vodka. lo que nos espera.
vemos llegar al tren y nos avalanchamos desesperados, todos queremos ver qué es, cómo es. una señora sonriente, gordita, bien peinada y tiernamente uniformada nos pide los boletos y vamos entrando de a uno.
el vagón de latinos es un escándalo ¿con quién compartiré cuartito?
con una y un costaricense y el brasileño. primera impresión: ¿cómo corno vamos a entrar acá?
la habitación no mide más que dos metros por un metro y medio. me toca dormir en la cama de arriba. a los quince minutos ya nos acomodamos. la habitación funciona como un tetris, hay escondites por todos lados para guardar las cosas, enchufes, sábanas, almohadas y cubrecamas. increible. sale el tren. emoción generalizada, un sueño hecho realidad para muchos. brindamos: yo con whisky, el brazuca con vodka.

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