14 de septiembre de 2012

diario de viaje


día 11
no duermo nada y me levanto tempranísimo decididaa sacar mi visa para mongolia. pido indicaciones en el hostal sobrecómo llegar. fácil: un tranvía, casi toda la línea hasta el final y caminar unas cuadras. en vez de tomar el tranvia, tomo una especie de subte hasta el final. 50 minutos de viaje. la parada indicada nunca llega; llego a una estación vacia. pregunto con mi escueto (inexistente alemán): ya no estamos en berlín. tomo la línea entera de vuelta. muero de sueño y no tengo reloj como para saber si llego o no. tras varias vueltas, encuentro el tranvia correcto, subo, no aparece la estación indicada, llego a la estación final. de nuevo el medio de la nada, pero otra nada. le pregunto al chofer, no habla inglés, me explica en alemán, creo que me odia. espero y me subo al mismo tranvia, pero de vuelta. en el medio del camino, el tranvia para. el conductor se baja dela cabina, viene hasta el vagón del medio donde estoy sentada y me indica que me baje. me muero de la risa y de la felicidad. no sé qué hora es, tenía hasta las doce para llegar a la embajada, seguro que ya son pasadas. decido ir igual para, al menos, cumplir con mi objetivo. camino algunas cuadras sonriendo, el manejador del tranvia me alegró el día. llego a la embajada convencida de que es tarde. no es tarde, son las doce en punto y una mongola que tampoco habla inglés me atiende. hago el trámite y me pide que pague cien euros. no aceptan tarjeta y no tengo efectivo. no sé cómo, logramos pactar que al día siguiente voy a retirar la visa y entonces pago. este día es un milagro tras otro.
vuelvo al hostal y duermo la siesta de mi vida.
en mi habitación tengo nuevas inquilinas canadienses, decidimos salir juntas a tomar algo. les digo que por ese barrio todo es caro y malo y que vayamos a otro barrio lleno de bares y mejor. tenemos que tomar el subte. una me mira con desconfianza y no quiere salir, la otra se prende en todas. en la puerta del hostal levantamos a otro canadiense y a un pibito japonés. el japonés tiene puesto un shot rosa, unas chancletas y una remera que dice "I love ny". usa anteojos y aparatos fijos. esta noche cumple 18. se nos unen y el japonés entra en pánico cuando se da cuenta de que vamos a tomar el subte. nos explica que estaba de viaje con su mamá, que se cababa de volver a estados unidos (de donde eran y donde vivían), que era la primera vez que estaba solo, que nunca volvía al hostal después delas 21 y que nunca había tomado alcohol en su vida. le digo que no se preocupe, que tome y haga lo que quiera, que yo le prometo que lo devuelvo con vida la hostal.
tomamos el subte y caemos en el barrio de los bares. todos me miran con desconfianza, entonces los meto en el primer bar que veo. son bastante maleducados y los alemanes nos miran mal porque estos les hablan en inglés de una, además se quejan de los precios. siento un poco de verguenza pero pasa. pro primera vez como una de esas salchichas alemanas y no me gusta mucho. le compramos como 5 cervezasal japonesito y las personas que están en el bar le empiezan a traer shots de regalo de cumple. la gente se acerca y compran más y más cosas para tomar. incitamos al japonés a ir a hablarle a unas chicas. va y, cuando podemos escuchar lo que dice, les estaba contando del viaje con su mamá.
los canadienses tienen 23, pero todos tienen hipotecas y sus propias casas. se muestran fotos que tienen en el celular de sus casas: este es mi sillón, mi proche, mi cocina. a mí me divierte más el japonés. se nos unen unos astriacos con más tragos y nos cooptan para ir a otro bar. se me caen 40 euros del bolsillo, autoflagelo 2.
llegamos al segundo bar que parece estar buenísimo. los canadienses sostienen su actitud maleducada. el guardia no nos deja entrar y cuando una de las pibas le pregunta "adónde deberíamos ir?", el guardia contesta: de vuelta a tu país. que me trague la tierra.
en el camino hacia afuera, conocemos a un grupo de alemanas y nos unimos a su travesía. atravesamos la mitad de la ciudad caminando y no llegamos a ningún lado. el japonés ya no disimula su borrachera, le doy mi bufanda ara que se abrigue. va saltando obstaculos y perdiendo las chancletas por ahí. tiene barro hasta las rodillas. intenta revolear una botella vacia contra un enrejado y la botella termina pegando con muchísima fuerza contra las tetas de una irlandesa, después se rompe en mil pedazos. oscilamos entre la risa y el pánico.
sin darnos cuenta, las alemanas nos llevaron por un terreno valdio en construcción y terminamos caminando al costado de unas vias de tren y cruzándolas, saltando para subir a la estación. cruzamos un puente y, a esta altura, nuestro grupo ya consta de unas 30 personas. yo voy adelante, pero voy siguiendo al japonés que va atrás hablando con unas chicas.
cuando terminamos de cruzar el puente, doblamos todos a la derecha. unos metrosmás y miro hacia atrás para verificar que el japonés esté bien.
el japonés desapareció.
corro por todo el puente y no lo encuentro. ya no tengo idea dedonde estamos.una de las canadienses necesita ir al baño y se quiere volver al hostal. es mi única oportunidad. viajamos mirando por las ventanas a ver si lo vemos. ni rastros.
llegamos al hostal y el japonés no está. hay un borracho dando vueltas. me siento con la compu en la recepción a esperar a ver si llega mi amiguito. se me une el borracho y otros más que traen whisky y me hacen compañía. el borracho es un australiano pintón y va trayendo a las chicas del hostal a la reunión. yo vario entre la risa, el whisky y la imagen del japonesito en una zanja.
se me hace de día embobada chateando ♥♥. el australiano se me queda haciendo compañía, sigue trayendo chicas mientras yo chateo y ya nos morimos de risa.
se queda dormido en el sillón esperándome y aparece el personal de limpieza del hostel. cuando se despierta casi que lo están limpiando a él. nos vamos a dormir.
ni noticias del japonés, pero por otro lado, me voy a dormir contenta
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