10 de octubre de 2012
día 18
Tengo una excursión por la ciudad bien temprano a la mañana ¿cómo explicar mi resaca?
Vladimir me ayuda a buscar un cargador para la cámara. Quizás me empieza a gustar, aunque no. Tampoco conseguimos el cargador, aunque entramos a quisillentos negocios y él le pone mucho esfuerzo. Mientras tanto, las gerontes van a orinar en cada esquina.
Chejov dijo que Ekaterimburgo es una ciudad horrible y yo un poco de acuerdo estoy. No diría horrible, pero no le encuentro mucho atractivo. Más monumentos a militares y caidos en guerras. También candados en los puentes, cosas de los enamorados. Vamos a la Catedral que hay donde los bolches mataron al zar, a su familia, sos esclavos y sus mascotas. Dicen que las mujeres tardaron más en morir porque abajo de los vestidos tenían pegadas todas sus joyas y las balas no las podían atravesar. Me embola la nueva catedral, hay una misa de ortodoxos que, no sé por qué, me dan bronca y me aburren particularmente. Me entretengo con un mexicano que se está comprando la mitad de la tiendita de souvenirs. Todas chucherías hechas en oro, horribles y carísimas. El mexicano se debate entre comprarse la coronita horrible y grasa con brillantitos rojos que sale once mil millones de dolares o el huevito en su canasta sin un significado lógico posible, que sale veinticinco mil millones. Le sugiero que se compre la cucharita, que es horrible, pero al menos sale sólo dos millones. El mexicano optapor comprarse todo y de última "me compro otra valija". El mexicano y las gerontas no paran de comprar. Las gerontas son tan gordas y desganadas que no pueden ni arrastrar sus valijas y cuando hay que bajar del tren atascan a toda la gente en el pasillo pidiendo ayuda a los gritos. Todos los demás terminamos bajando primero las valijas de las señoras gordas que, además de tener ropa muy grande, no paran de comprar souvenirs hechos en hierro pesado.
Lo veo a Vladimir afuera de la catedral y me doy cuenta de que a él tampoco le cabe ni medio. Alrededor del edificio, gigantografías del último zar y su familia. Bizarro.
¿Qué es Ekaterimburgo? ¿es la capital de Siberia? No, sí, las respuestas son medio esquivas y to termino de entender bien. Es, seguro, una ciudad industrial.
Con seguridad, el mayor atractivo turístico de Ekaterimburgo proviene de su pertenencia -literal- a Eurasia. Nos lleva un micro a la frontera donde hay un monumento bastante feucho y un ruso descorcha un champagne caliente. Hay un bosque de abedules y todos los árboles están cubiertos de cintitas anudadas. Más enamorados que vienen a jurar amor eterno.
En la cola para el baño, un ruso se me pone a charlar en ruso y me da la dirección de su casa. La dirección de su casa.
Bajamos en una librería y compro unas postales con dibujos y cosas escritas en ruso. Le pido a vladimir que me las traduzca. Me las traduce todas menos una: "esto no se traduce", dijo. No se diga más. Esa se la mandé a Mila. Vuelta al tren. Los trenes siguen pasando cuando uno baja, entonces nunca te toca el mismo. Crece la ansiedad de ver cómo va a ser el próximo que me tome, en el que voy a estar cuatro dias sin bajar, empezando esta noche.
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