La cuadra tenía
cinco casas, una de las cuales estaba abandonada. Nadie recordaba a quién había
pertenecido, ni siquiera quienes habían sido los últimos en habitarla. En los
recuerdos de la gente de la cuadra se mezclaban las caras de sus propias
familias, con las voces de viejos amigos y los nombres de antiguos compañeros
de trabajo. Todo intento de reconstrucción de la historia de aquella casa daba
como fruto un híbrido de personajes mutantes que de alguna manera u otra se
relacionaban con la historia de cada vecino. Las especulaciones nunca se
acercaban a la verdad; quizás sí ¿cómo saberlo? Podríamos afirmar que no existe
tal cosa como la verdad y admitir, entonces, una cuota de certeza en cada
relato, en cada imaginación, por más de que uno pueda negar al otro y quizás hasta
estemos burlándonos de las leyes de la consecuencia.
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