24 de junio de 2013

más amigos de Lidia


El caos circundante la había hecho codiciar el orden por sobre todas las cosas, dentro de todo lo que se pudiera controlar. Habitaba un mundo en el que las camisas se doblaban con regla y escuadra y las trenzas de las niñas eran hechas con igual número de vueltas a cada lado, los escalones se bajaban siempre con el mismo pie, se dormía y amanecía a horas fijas  y nunca jamás sucedía lo que no debía suceder. 

Ella no era como otras mujeres, por ejemplo Adela Pando, que fingían pulcritud con sus familias aparentemente perfectas y libres de toda angustia mientras uno podía ver, claramente, la tensión entre ellos, quizás no “tensión”, rareza, inquietud. Cada tanto se la podía ver bien. En realidad era solo ella la que la veía cada tanto, y no estaba tan segura. De todas maneras: era claro que Adela Pando se creía mejor de lo que era.

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