II
-¡Vuela Lidia,
vuela!
Gritaba la
madre en el sueño. Y Lidia entonces recogía una sábana blanca que había
aparecido a sus pies y la colgaba sobre sus hombros. Al grito de su madre, el
corazón se le llenaba de emoción y preparaba sus piernas al galope para el vuelo
certero e inminente. La carrera tomaba forma de círculo y la niña tomaba más y
más velocidad, la sábana se convertía en una sedosa y pesada capa blanca que regalaba
destellos bajo el rayo del sol. Las piernas de Luisa comenzaban a temblar de
emoción y dolor y la emoción casi casi estallaba su cabeza cuando de repente se
cansaba de sonreir y el gesto de angustia del viento contra su boca se
convertía en una angustia total y avasallante y en deseo de dejar de
correr y largarse a llorar. Pero los gritos de arenga de la madre no le
permitían detenerse, ahora su cuerpo se movía por inercia hasta que tropezaba
con una piedra. Entonces, cara al piso, comenzaba a llorar con todavía más
angustia, pero los gritos de la madre paraban. Por unos segundos había solo
silencio y la niña con la cara fresca hundida en el barrio frio. Un palazo le
partía la cabeza pero todavía podía sentir los golpes de los palazos de su
madre sobre otras partes del cuerpo, las piernas, la panza, la espalda cubierta
con la capa blanca. manchada de rojo.
Entonces siempre la levantaban para ir a la escuela. Cada tanto, la madre les preguntaba qué habían soñado, en busca de trazos de impurezas en las almas de las niñas. Lidia afirmaba que en sus sueños ella trabajaba en un videoclub y usaba una gorra apretada con la marca de la empresa.
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