19 de junio de 2013


No es lo mismo pensar en cualquier cosa. Cada cosa tiene su manera de ocupar el pensamiento y es casi imposible encontrar dos que lo ocupen igual. Una cosa, por ejemplo el clima, puede ocupar todo, absolutamente todo, el pensamiento y a la vez carecer de fuerza y tiempo de permanencia. Otra cosa, por ejemplo el amor, puede ocupar todo nuestro pensamiento con toda la fuerza, envenenando cualquier otra cosa y dejando el suelo de la mente estéril para producir otro pensamiento, cualquiera, por más liviano y simple que sea.

Para que se entienda: no es lo mismo pensar en la economía chilena que pensar en una receta de empanadas que en qué sucede cuando una hormiga se ausenta  del nido–accidentalmente: prendida de un sweater o aferrándose a una galletita que se mueve de lugar- ¿muere de soledad, sin rumbo ni propósito?

Lo que quiero decir es que hoy pensé en Lidia, y no se pareció a pensar en nada más.

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