4 de agosto de 2013


II


Es la casa un palomar
y la cama un jazminero.
Las puertas de par en par
y en el fondo el mundo entero.

Cantar, M. Hernández 


Querida Elena:

Muchas veces me encuentro con la idea de que el olfato es el sentido más poderoso: un olor familiar es capaz de trasportarnos a cualquier lado, a cualquier momento. Me pasa con la casa de mi tía; cada tanto lo encuentro en una cocina, en un pasillo, en un café ¿Es un perfume? ¿Es el olor de la cocina donde se mezcla manteca con azúcar? No tengo idea, pero cuando me encuentra –eso, ni siquiera puede ser buscado-  tengo de nuevo ocho y uso orejeras para protegerme del frio.

Lo mismo me pasa con el olor de los aeropuertos. Ese olor seco y concreto y a la vez tan premonitorio. Fue el olor a aeropuerto lo que me hizo caer, finalmente, en la cuenta del viaje.

Debí preocuparme por los posibles días lluviosos en Portugal o por saber qué días serán gratis los museos. La guía dice que los domingos son muy tranquilos hasta en la ciudad.

Ya es la hora, junto valor y comienzo a pasar las postas. La gente me sonríe.

Busco mi asiento: la fila de 4 del medio, pasillo. Al lado mío 3 hermanas. Las envidio un poco, están juntas. Pronto me apago, caigo rendida. Son 15 horas de vuelo y siento que no me alcanza el tiempo en el avión. Las hermanas charlan y se ríen, yo les comento algo sobre los horarios de la comida. Todas están de acuerdo. Miro constantemente el reloj que llevo en la muñeca. Voy al baño y alguien vomitó. Pienso en lo horrible que debe haber sido viajar en avión cuando todavía se permitía fumar. Vomito, olor a avión, perfumes, pollo, pasta. Releí lo que había escrito la noche anterior. Pienso que el personaje puede ser interesante, puede tener problemas con la madre. Creo que tendría bastante material con las historias de mi familia y las de algunos amigos.  Después de un rato de lectura me dormí y soñé con -----, creo que tengo que hacerla atractiva, aunque es importante que no sea necesariamente linda. Escribí:

Entrar a la adultez consistió, para nosotros, en un duro proceso de demolición de aquellas verdades impuestas. Mi abuelo no había sido el autor del Martín Fierro, nunca había caído un meteorito en el jardín de nuestra casa y el vagabundo que paseaba por el barrio mascullando groserías no era el viejo de la bolsa. Lo más difícil ha sido tener que comprender que para llegar a Mar de Ajo desde la capital de Buenos Aires no hace falta tomar un barco. Cuando yo tenía seis años, mis padres nos llevaron de vacaciones a Punta del Este. Como yo me encontraba becada en la escuela privada, era importante que nadie supiera que mi familia podía acceder a vacaciones tan caras, entonces decidieron hacernos creer que nos encontrábamos en Mar de Ajo, en la costa argentina, y no en Uruguay. Aun al día de hoy no comprendo cómo fue que nunca recordaron aclarar esta buscada confusión, ahorrándome la terrible humillación de que fui víctima al entrar en la escuela secundaria y confundir los mares, los ríos y las ciudades.
Pero, como todo, la etapa de la escuela secundaria habría de pasar sin pena ni gloria. Claro que, también como todo, había dejado sus marcas en mí; aquel ambiente hostil terminó de dar forma a mi afán de pasar desapercibida. Si me había hecho algún amigo o intentando compartir alguna inquietud o interés con algún profesor, fue a los comienzos, cuando aún conservaba algo de aquella intención de aplacar mi naturaleza misántropa. Se multiplicaron los años y el malestar, el desacomodamiento; finalmente la obra se vio terminada: la vida, como un artista, había dado perfecta forma a mi desaliento social. A los quince años realicé mi último intento por entablar una amistad, luego desistí.
La entrada a la adultez tuvo la facilidad del abandono; sin expectativas sociales, me sumí en un mundo regido y habitado solamente por mí y por aquellos seres a los que mi vida se encontraba inevitablemente ligada: mis padres y mi abuela paterna. El resto de mi familia era inexistente o se encontraba ya del otro lado. Claro que con lo que éramos ya tenía suficiente.

No hay comentarios: