18 de marzo de 2015

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¡Ruines los que defienden el verano!
Nos levantamos a las 7 con la cama transpirada. Oliver apagó el aire en el medio de la noche y yo no lo había escuchado. El taxi llegaba recién a las nueve, así que fuimos al lugar de ayer a desayunar. Oliver me dijo que tenía una sorpresa y sacó de su mochila verde un juego de ajedrez chiquito que se dobla en dos. Hace tiempo que dijimos que me iba a enseñar. A él le había enseñado su papá.
Me mostró como se acomodaban las figuras y yo lo copié con las negras. Vino el mozo y nos tomó el pedido. Thank you, nos dijo antes de alejarse. Se puso una mano en el corazón y meneó la cabeza de un lado a otro, manteniendo los ojos fijos en nosotros. Oliver me pateó por abajo de la mesa. Habíamos estado riéndonos de que toda la gente en la India hace el mismo gesto ¿por qué? Para los dos es hermoso.

Para ir a las Backwaters, primero tomamos un omnibus que nos llevó hasta la terminal fluvial. Un montón de chucherías de colores colgaban del espejo retrovisor. Sobre el asiento del conductor, una figura del Dios Shiva. El parabrisas delantero tenía inscipciones en malabar, el idioma oficial de Kerala. Oliver encontró un asiento libre al fondo, yo contra la ventana del pasillo. NI bien arrancó el motor, yo apoyé la cabeza contra el vidrio y dormité. Lo podía escuchar a Oliver charlando con alguien, una chica. Le contaba de nosotros. Que nos habíamos conocido en Australia. Los dos estabamos allá trabajando y compartíamos una casa con otras treinta personas. Él había llegado un año antes que yo, sí, había conocido Australia muy bien. Había trabajado en Kathmandú. Cuando yo lo conocí, Oliver tenía el turno de la tarde. A la mañana iba a practicar capoeira o a la pileta de Fitzroy. Volvía sin remera, despeinado. Yo lo veía subir la escalera cada mediodía, lo esperaba sentada en el balcón, leyendo. Me acuerdo que la noche que me confesó su amor, en el camino a la casa le dije que quizás pasaba al día siguiente por Kathmandú a saludarlo. Pero nunca pasé, no me animé. Después él me confesó que había estado esperándome. Nos habíamos ido de Australia y todavía no había ido ni una vez. Me quedé dormida contra el vidrio del ómnibus mientras Oliver le contaba a la chica sobre nuestros planes de viaje.

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