La yanqui del sombrero me dijo que el ajedrez era originalmente de la India, que hay escritos de más de 500 años antes de nuestra era en los que hay referencias a un juego llamado chaturanga, posible antecesor del ajedrez.
Durante
el resto del viaje en canoa me dediqué a sacar fotos. Nos cruzamos
con una canoa más chica, iban dos mujeres sentadas, parecía que
trasladaban paja. Ambas tenían un pañuelo que les cubría la
cabeza, una era joven y la otra tenía el pelo blanco. La más
grande tenía una remera verde que mostraba su ombligo y la ligaba,
al menos visualmente, con el agua. La señora de adelante aprovechó
para comentar que no entendía cómo podían vivir así. Oliver iba
callado. En el borde de la laguna, contra el comienzo de las islas,
flotaba tres botellas y un envoltorio enorme y amarillo de papas
fritas.
Qué
poco conocía a Oliver cuando me enamoré de él. La noche que nos
dimos un beso, habíamos estado en un bar. Yo había llegado un poco
tarde y lo vi charlando con Claire, ella se le insinuaba y yo no
sabía bien qué hacer. Un rato más tarde, él se puso a hablar
conmigo, yo ya estaba medio borracha. Le dije que siempre había
querido que me echaran de un bar. En Australia es muy fácil ser
echado, hay que demostrar que uno está lo suficientemente ebrio y
ya. Oliver se subió a la mesa y me ofreció el brazo, subí yo
también. Desde arriba se veía a toda la gente que estaba en la
terraza del bar, vi las miradas posarse sobre nosotros ¿qué
habíamos hecho? Oliver me agarró la mano, me hizo girar sobre mi
eje y empezamos a bailar. Los demás, como locos, nos arengaban con
aplausos y gritos. Muy pronto, dos vigilantes enormes y de traje nos
estaban escoltando afuera. Oliver y yo íbamos de la mano, estallados
de risa. Afuera, mientras esperábamos a Bárbara, seguimos bailando.
Giré, giré, hasta que caí sobre su pecho. Entonces me dio un beso.
Estoy
enamorado de vos,
me dijo. Volvimos los tres juntos, Oli tenía su bicicleta. Babs
compró un paquete enorme de papas fritas y le ofreció: No
como comida procesada,
dijo. Tomé nota mental. Llegamos al Victoria Park de noche,
paseando. Hace años que no andaba en bici pero me envalentoné.
Pedaleé atravesando todos los regadores y me empapé. No podía
dejar de reírme, nos acostamos en el pasto y Oliver me dio la mano.
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