27 de marzo de 2015


La yanqui del sombrero me dijo que el ajedrez era originalmente de la India, que hay escritos de más de 500 años antes de nuestra era en los que hay referencias a un juego llamado chaturanga, posible antecesor del ajedrez.
Durante el resto del viaje en canoa me dediqué a sacar fotos. Nos cruzamos con una canoa más chica, iban dos mujeres sentadas, parecía que trasladaban paja. Ambas tenían un pañuelo que les cubría la cabeza, una era joven y la otra tenía el pelo blanco. La más grande tenía una remera verde que mostraba su ombligo y la ligaba, al menos visualmente, con el agua. La señora de adelante aprovechó para comentar que no entendía cómo podían vivir así. Oliver iba callado. En el borde de la laguna, contra el comienzo de las islas, flotaba tres botellas y un envoltorio enorme y amarillo de papas fritas.

Qué poco conocía a Oliver cuando me enamoré de él. La noche que nos dimos un beso, habíamos estado en un bar. Yo había llegado un poco tarde y lo vi charlando con Claire, ella se le insinuaba y yo no sabía bien qué hacer. Un rato más tarde, él se puso a hablar conmigo, yo ya estaba medio borracha. Le dije que siempre había querido que me echaran de un bar. En Australia es muy fácil ser echado, hay que demostrar que uno está lo suficientemente ebrio y ya. Oliver se subió a la mesa y me ofreció el brazo, subí yo también. Desde arriba se veía a toda la gente que estaba en la terraza del bar, vi las miradas posarse sobre nosotros ¿qué habíamos hecho? Oliver me agarró la mano, me hizo girar sobre mi eje y empezamos a bailar. Los demás, como locos, nos arengaban con aplausos y gritos. Muy pronto, dos vigilantes enormes y de traje nos estaban escoltando afuera. Oliver y yo íbamos de la mano, estallados de risa. Afuera, mientras esperábamos a Bárbara, seguimos bailando. Giré, giré, hasta que caí sobre su pecho. Entonces me dio un beso. Estoy enamorado de vos, me dijo. Volvimos los tres juntos, Oli tenía su bicicleta. Babs compró un paquete enorme de papas fritas y le ofreció: No como comida procesada, dijo. Tomé nota mental. Llegamos al Victoria Park de noche, paseando. Hace años que no andaba en bici pero me envalentoné. Pedaleé atravesando todos los regadores y me empapé. No podía dejar de reírme, nos acostamos en el pasto y Oliver me dio la mano. 

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