A la vuelta en un tuctuc, nos cruzamos con una manifestación. Los hombres altos en pollera llevaban banderas rojas con la cara de Che Guevara. Empezamos a verla por todos lados. El gobierno de Kerala es comunista, explicó el conductor, elegido por el pueblo. Los hombres íban abrazados de a grupos y no se mezclaban nunca con las mujeres, en público al menos. Puse mi mano sobre la de Oliver. Él ni se movió.
Cuando llegamos a la pensión, Simbad estaba dándole de comer a Milo y Mun. Los dos tenían la cabeza hundida en el plato de arroz con carne que cada tarde les prepara su dueño. Simbad, parado entre los dos platos, también tenía la mirada gacha. Oliver me dijo que cuando hay más de un perro, hay que vigilarlos mientras comen, sino uno siempre se roba la comida del otro. Quizás porque estaba muy cansada por el día o porque el sol me había dado demasiado en la cabeza, me quedé con la mirada pesada sobre la cara de Milo atacando a la comida. Los colmillos, el hilo de baba y las orejas caídas. Sentía que mover la mirada hacia otra cosa era un esfuerzo demasiado grande.
Mientras Oli se bañaba, probé la tele. Todos los canales pasaban novelas, salvo uno que pasaba el noticiero. Encontré la BBC, noticias de un avión que se cayó en el Pacifico. Apagué. En la compu de Oliver tenemos todas las de Borne y las temporadas enteras de Planet Earth. Dos cosas que estoy empezando a querer gracias a él.
Estabamos los dos en la cama y le pregunté. Oli me dijo que no me daba la mano porque lo pone nervioso. En la India la gente no se besa en la calle, hombres y mujeres ni siquiera se tocan. Para mí eso no significa que nosotros no podamos hacerlo, pero para él es una falta de respeto. Mientras me lo decía, me empezó a acariciar el pelo. Apoyé la cabeza sobre su pecho y escuché cómo le latía el corazón mientras me hablaba. Después de un mes de estar juntos en la casa sin compartir la cama, tenerlo tan cerca es un permiso nuevo. Le dije yo le daría la mano todo el tiempo. Nos quedamos los dos en silencio. Me dio un beso en la frente, otro en mi mano y después en la boca.
Cuando llegamos a la pensión, Simbad estaba dándole de comer a Milo y Mun. Los dos tenían la cabeza hundida en el plato de arroz con carne que cada tarde les prepara su dueño. Simbad, parado entre los dos platos, también tenía la mirada gacha. Oliver me dijo que cuando hay más de un perro, hay que vigilarlos mientras comen, sino uno siempre se roba la comida del otro. Quizás porque estaba muy cansada por el día o porque el sol me había dado demasiado en la cabeza, me quedé con la mirada pesada sobre la cara de Milo atacando a la comida. Los colmillos, el hilo de baba y las orejas caídas. Sentía que mover la mirada hacia otra cosa era un esfuerzo demasiado grande.
Mientras Oli se bañaba, probé la tele. Todos los canales pasaban novelas, salvo uno que pasaba el noticiero. Encontré la BBC, noticias de un avión que se cayó en el Pacifico. Apagué. En la compu de Oliver tenemos todas las de Borne y las temporadas enteras de Planet Earth. Dos cosas que estoy empezando a querer gracias a él.
Estabamos los dos en la cama y le pregunté. Oli me dijo que no me daba la mano porque lo pone nervioso. En la India la gente no se besa en la calle, hombres y mujeres ni siquiera se tocan. Para mí eso no significa que nosotros no podamos hacerlo, pero para él es una falta de respeto. Mientras me lo decía, me empezó a acariciar el pelo. Apoyé la cabeza sobre su pecho y escuché cómo le latía el corazón mientras me hablaba. Después de un mes de estar juntos en la casa sin compartir la cama, tenerlo tan cerca es un permiso nuevo. Le dije yo le daría la mano todo el tiempo. Nos quedamos los dos en silencio. Me dio un beso en la frente, otro en mi mano y después en la boca.
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