1 de mayo de 2015





Otro día de levantarme con mucho malestar. El calor y los mosquitos no ayudan, duermo poco y me
levanto de mal humor. Oliver ya estaba afuera practicando capoeira. No se había llevado las pelotas de malabares. En la habitación hacía mucho calor, las sábanas ya tienen olor a sucio. Me quedé un buen rato despierta en la cama, hasta que entró él, sacándose los auticulares. Estaba todavía agitado. Yo le hice un ruido de quejas y el siguió de largo. Yo sé que me quejo mucho cuando me enfermo, pero la verdad es que me siento mal. Extraño estar con amigos, no la estoy pasando bien. Oliver me ignoró y se volvió a poner los auriculares. Se metió en el baño y al rato salió de la habitación diciéndome que necesitaba hacer más ejercicio. Yo dormí un rato más y cuando volvió le pregunté qué le pasaba. Me dijo nada, nada, nada. Hasta que me dijo que estaba pensando en Cate, porque Cate nunca se quejaba de nada. Igual que la mamá de Oliver, que se había muerto de esa enfermedad tan larga y dolorosa en la que se le iban inutilizando las extremidades del cuerpo y él no la había escuchado quejarse ni una vez.

Me saqué de quicio. Estoy cansada de sus extrañezas tan extremas, no me pude controlar. Y no entiendo por qué me sigue nombrando a Cate, si es realmente tan bestia para no darse cuenta. Armé mi mochila en su cara. Le grite que me iba, que me tiene cansada, de todo. Los de afuera seguro estaban escuchando. Seguro que Brian se estaba dando una panzada. Qué gusto que yo me ponga a gritar, cómo van a hablar de mí estos ingleses. ¿Y Sue? Si no aparecía en su muro de facebook, ni se enteraba. Salí de la habitación con un portazo que retumbó por toda Goa. Pegué la vuelta hacia el jardín delantero y vi a Sue y Brian sentados en la mesa justo afuera de su habitación. Estaban mirando las fotos de la cámara. Volví a la habitación y le pedí a Oliver de mala gana que fuera a vigilar y me avisaba cuando se fueran. No los quería saludar ni darles ninguna explicación. Yo la estoy pasando mal y no tengo por qué encima pasarla peor. Me metí al baño para darme una ducha fría. Lo escuché salir de la habitación.

Volvió y se acercó hasta la puerta del baño. No pasó. Dijo algo y no lo escuché, entonces sí abrió un poco la puerta y, sin meter la cabeza, me dijo que hay les había pedido que se metieran en la habitación.

-¿Sos pelotudo, Oliver, sos pelotudo? -Ni me gasté en hablarle en inglés. Huí como la víctima de un secuestro. No dude un segundo: me vine al Majestic. Todos mis amigos del camino se sorprendieron de verme llevando la mochila. Tanto, que casi nadie me saludó, ni me preguntó dónde estaba mi marido. Salvo el del taxi que cada vez, indefectiblemente, ya casi para molestarme, me grita desde su banquito:

-Taxi, miss? Taxi! Where to?

La noche sale mucho más cara de lo que pensé y la habitación no está tan buena. Me di un baño de inmersión en la bañadera. Puse el aire en 20 y me metí en la cama con el pelo mojado. Me gustó estar sola, sentí alivio. No se qué voy a hacer.

Compré una hora de internet. Aproveché para escribirle a Magui, se que en estos días ya podría estar por la India. No tuve respuesta.


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