26 de junio de 2015

En la cocina de nuestra casa había tres heladeras de doble puerta donde guardábamos la comida. Cada uno tenía que meter sus cosas en una de esas bolsas cuadradas refrigeradas de Woolworths que se cerraban por arriba con un cierre. Al cabo de un tiempo todas empezaban a oler mal cuando las abrías. No era lógico meter tantas cosas encerradas en una bolsa. El queso, el yogur, las CocaColas. Todo chorreaba, se volcaba, pasaba su fecha de vencimiento dentro de la misma bolsa. Había gente en la casa a la que nunca había visto vaciar y lavar la suya. Yo trataba de poner la mía lo más alejada de todos posible. Cada dos meses compraba una nueva y la cambiaba. Y eso que yo no era de las que guardaban leche. Cuando a mis seis años mi mamá regaló mi mamadera, yo hice una promesa de nunca más volver a tomar leche. Y así fue. Mi bolsa no olía tan mal. Pero los bebedores de leche además tenían otro problema: un ladrón. Todas las mañanas, dos o tres botellas al azar aparecían vacías por la mitad. La gente preguntaba y comentaba, se escuchaban insultos cada vez que entraba a la cocina a hacerme mi café negro con tostadas.
-Alguien se está robando la leche.
-¿Quién es el hijo de puta que se está tomando mi leche?
El nivel de las reacciones era muy variado: algunos lo aceptaban medio resignados cuando les tocaba, otros llegaban al extremo de enojarse mucho, revolear saches de leche, golpear la mesa. Yo los había visto a casi todos. Oliver tenía leche de almendras, nadie quería tomar la suya, entonces no teníamos ese problema. La que peor había visto reaccionar era a una holandesa, Emmeke, que tomaba como tres litros de leche por día. Tenía hasta cara de lechera, con la piel blanca y los cachetes siempre rojos y gorditos. Se compraba la leche en el almacén orgánico en Gertrude, según Oliver ahí vendían las cosas más ricas pero era el más caro también. Si había algo en lo que Oliver podía gastar un poco de plata sin sentir remordimiento es en cosa de comida sanas. En fin, el asunto se volvió tan serio que un par de victimas instalaron cámaras de seguridad en la cocina sin decirle a nadie. A las pocas semanas se empezó a correr el rumor. La ladrona era Little Claire. En las filmaciones la habían visto llegar aparentemente borracha, alrededor de las 4 cada noche, abrir alguna de las heladeras, sacar la leche de la bolsa que estaba en la primera fila y tomar del pico por un buen rato. Después la guardaba como si nada y agarraba otra. El recambio diario del lugar de las bolsas que entraban y salían de las heladeras hacía que siempre tocaran diferentes.Little Claire, ladrona, era dificil de creerlo. Esto echaba nueva luz a su pinta de british clase alta, con ese flequillo y tan flaca, con acento de reina o algo. Little Claire estaba tomando del pico de todas las leches. Se planeaba una intervención. Para mí esa casa ya empezaba a ser molesta, el tema de Oliver y yo no avanzaba, era la tarea no cumplida. Fue entonces que empezamos a pensar en irnos.

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