1 de agosto de 2015

Bar me cuenta de Israel, que es hermoso, encima es chico, se puede recorrer de punta a punta. Dan me dice que alquilar un auto es muy barato, la comida es buena, hay mucho para hacer y para ver. Me venden Israel, termino pensando que le voy a decir a Oliver que quiero ir, a lo mejor en eso coincidimos. Se me termina el vaso de cerveza y me llega el porro de nuevo. Dan y Bar se conocieron en el secundario, son novios hace siete años. Ella tiene puesta una musculosa de breteles finos y el pelo suelto; los envidio a los dos, por ser ellos y no nosotros. Se escucha el ruido de unas llaves abajo, voy a mirar por entre los ladrillos de la terraza: Oliver atraviesa la reja blanca y está por el entrar, le chiflo.

-Vení para arriba, - le digo - trae la cámara, ¿sí? - Asiente y desaparece por la puerta.

-Es mi novio, - le digo a Bar - Se llama Oliver. Le encanta robar pero se hace el tonto. -

Dan destapa la otra cerveza y golpean a la puerta. Él llega con mi cámara azul colgándole de la muñeca. Se sacude la mano con los dos y se sienta.

-¿De dónde sos? -le pregunta Dan.Y empieza de nuevo todo nuestro relato, la historia que fuimos armando de a pedazos, las palabras que repetimos siempre porque creo que a los dos nos gustan las mismas partes de la historia: Melbourne, nuestra casa, el beso la noche que nos echaron del bar. Ellos ya se vuelven a Israel. Su próximo viaje es a Serbia en julio.

-¡Serbia! Hace unos meses estuve ahí, me hice este tatuaje. -
Les muestro el hombro. Antes tenía una mariposa y una amiga de Mila me lo cubrió cuando la fui a visitar a Belgrado, el tatuaje nuevo es más feo que el anterior. Nos conocimos primero en Barcelona, ella alquilaba una habitación en un piso en el Raval y yo entré más tarde a alquilar la otra. El departamento era una porquería, un cuarto piso por escaleras empinadas. El suelo estaba inclinado, caminando en medias por el living uno se sentía delizar hacía abajo. El dueño era un amarrete que se estaba mudando y venía cuando no estábamos a llevarse el calefactor, ollas, y varias cositas de la casa que estában en el inventario cuando entramos. Mila y yo nos hicimos amigas con facilidad. Yo en esa época trabajaba en Hogan´s, el bar australiano sobre La Rambla. Tenía horario rotativo y odiaba el turno noche porque había que limpiar el piso, los baños y tirar todas las botellas antes de cerrar a las cuatro de la mañana. Además, había que encargarse de echar a los borrachos rezagados. El bar estaba repleto de cucarachas y cuando pasaba la escoba a la noche, las juntaba todas muertas en un rincon, con pánico de que alguna reviviera. El olor a malta estaba impregnado en la madera del piso, las mesas y la barra. Mila estaba abriendo un negocio con dos amigos suyos, serbios también. Vendían ropa de serbia y algunos muebles, le habían puesto Jack of all trades. A mí me parecía que la ropa de los serbios venía solo en escala de grises y con corte cuadrado. Cuando Mila me contó de los bombardeos a Belgrado, de cómo se escondían en sótanos con muchas botellas de whiskey y la mayor cantidad de velas posible, sentí que todavía se vestían de cenizas, de ciudad derrumbada.

Al final nos tomamos todas las cervezas de Dan. Oliver le pregunta dónde las consiguieron, desde que llegamos a la India que no toma cerveza. El alcohol en Kerala es distribuído por el estado y por nadie más. Nos despedimos con la promesa de que vamos a visitar Israel pronto. Antes de salir doy un vistazo a la habitación, parece tan de ellos, y pensar que mañana va a ser nuestra.

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