26 de noviembre de 2017


If you pass me by,
Three hearts will break in two
´Cause me, myself and I
Are all in love with you.

  Gastón sabía que a Gabriela no le iba a gustar nada el plan. Lo sabía, lo sabía, ¿por qué había accedido? Habían pasado los años pero todavía no lograba corregir su gran defecto de querer caerle bien a todo el mundo. Gabriela era todo lo contrario, a veces le parecía que ella disfrutaba de caer mal. No iba a querer saber nada con la cena. Pero esas cosas le pasaban solo a él. Cerró el libro y se miró en el espejo del living. Se sonrió. Sos un boludo. Se golpeó la cabeza con el libro. Sos un flor de boludo. Petra apareció por encima de su pelada, en el espejo se vio disfrazado como hacía veinte años en su fiesta de egresados del secundario. Era Batman. En aquel momento todavía podía repetir su chiste sin vergüenza: Batman no, Batman sexy, sonreía exhibiendo su tanga diminuta. El recuerdo le trajo una carcajada que terminó en tos y angustia. Petra se enroscó apasionadamente con una de sus zapatillas, estaba a punto de entrar en celo por primera vez. Gastón volvió al libro.
Dos horas más tarde sonaron las campanas del atrapasueños que Gabriela había colgado al lado de la puerta. Lo había hecho en un workshop durante un verano en San Marcos Sierras. Gastón lo odiaba, salvo cuando le servía de advertencia en casos como este. Bajó el libro y esperó a que apareciera la figura de su novia recortando la entrada al living. Nada, después de las campanas solo silencio. Tragó saliva con esfuerzo, el invierno le achicaba la garganta. Petra se frotaba contra su pie con más y más insistencia. Dio una pequeña patada al aire para sacársela de encima.
Después de cambiarse la ropa y de comer un par de cucharadas de miel de Del Viso, Gabriela entró al living. Gastón dormía sentado en el sillón. La gata ronroneaba con violencia, clavándole las uñas al almohadón como si quisiera abrirlo al medio. La tapa del piano estaba baja, las partituras donde las había dejado el día anterior. Una vez más Gastón no había ensayado, Gabriela se lamentó, había sabido desde el primer momento que armar la banda con él no iba a ser una buena idea. Gastón era un buen pianista, quizás el mejor que conocía. No practicaba nunca, pero en los ensayos estaba siempre a la altura. Había llegado a generar una capa blanda de rencor entre sus amigos músicos, que lo conocían bien. Gabriela no quería trabajar más así, pero tener el piano gratis para la grabación del disco le había permitido invertir en Pablo. Y Pablo la rompía en la trompeta, todos lo sabían.
-No te escuché entrar -dijo él con los ojos todavía cerrados.
-Llegué hace rato, ¿ensayaste?
-Un poco.
-Mentira.
-Tengo que decirte algo. Algo mucho peor. Vino Lean esta mañana.
-Gastón, Lean viene todos los lunes a la mañana, ¿y?
-Y, cuando se estaba yendo, después de la clase, me dijo así nomás de venir a cenar.
-¿Venir acá?
-Acá.
-¿Se invitó a cenar?
-A él y a su novia. Dijo que quería que estuvieras vos también, una cena así. Dijo que el padre de la novia tiene una pollería. Traen un pollo.
-¿Cocido?
-No sé.
Petra lamía incansablemente la pata de madera del sillón. Gabriela usaba ambas manos para armar un rodete con su pelo largo y lacio que le llovía sobre la cadera. Eso hacía siempre que estaba enojada, como preparándose para dar pelea. Se sentó al piano, levantó la tapa y empezó a tocar escalas.
 -Te dije que quiero que Para pintarte sea especial. Vamos a tener que mover el ensayo de mañana.
Gastón se volvió a acostar, tapándose la cabeza con el almohadón. El gato enroscaba la cola entre los dedos de sus pies. ¡Vienen a las ocho!

El timbre sonó menos cuarto. Gabriela estaba todavía sentada en el piano, ahora tenías las partituras desparramadas por el piso, se había puesto las viejas polainas de danza de su madre y las babuchas encima de las calzas. La política era no encender la estufa hasta que las capas de ropa dejaran de alcanzar para abrigar. A ella no le gustaba esta nueva regla, pero desde que ambos habían decidido dejar sus trabajos en la escuela para dedicarse a los alumnos particulares, las sesiones y los discos, habían tenido que hacer varios recortes. Para pintarte era la estrella de las prioridades de la casa, entonces Gabriela tuvo que aprender a callar el frío.
-¿Quién es? No abras.
Gastón seguía leyendo en el sillón. Odiaba que la gente llegara temprano. Es una forma de impuntualidad, lo burlaba siempre Gabriela imitándolo. La gata le maullaba a la puerta. ¡Cuerpo a tierra!, Gastón se rió, pero ella ya estaba juntando sus hojas, con toda la intención de encerrarse en la pieza de arriba. Esa noche no se la iba a hacer nada fácil. Gastón cerró el libro y se calzó las zapatillas. Después de todo, era suya la culpa.

Le llamó la atención que la novia de Lean fuera tan linda. Se presentó como Clara, y su perfume floral quedó suspendido en el aire después del saludo. Tenía el pelo oscuro y lacio por los hombros, un estilo distinto al de Gabriela, más serio, más adulto. ¿También estudiás piano?, le preguntó sintiéndose un estúpido. Ella negó con la cabeza. Menos mal, pensó él, el tema se terminó ahí.
Gabriela estaba arriba. Seguía vestida de entre casa, escuchaba las primeras grabaciones de Para pintarte mientras terminaba un porro enorme sentada en el medio de la cama. No podía sacar la vista de encima del frasco de flores que habían cultivado con sus amigas en el verano. Ya no le quedaba casi nada. Escuchó las voces abajo, los rasguños lascivos de Petra en la puerta. Era hora de bajar.
La bolsa de la pollería estaba apoyada sobre la mesada de la cocina. Gabriela desató el nudo con los dedos y mal humor. No había planeado cocinar. ¿Quién va a una cena con un pollo crudo? Tiró un gran chorro de aceite usado en la bandeja del horno y apoyó el animal entero con desprecio. Contó hasta cuatro mientras le sacudía el salero encima. Horno, puerta, pum, listo. Se sirvió otra copa de vino.
-¿Qué tal Lean? ¿Vos ensayás para las clases?
-A veces, la verdad, cuando tengo tiempo.
-Trabaja demasiado.
-Gracias a Dios.
Gastón se levantó para poner un disco. Como siempre que no sabía qué decir, narró lo que hacía.
-Voy a poner un disco en el tocadiscos.
-Buenísimo.
-Bru-tal-, dijo Clara riéndose y mirando a los ojos a Lean, festejando un chiste interno que nadie más apreció.
Me, myself and I are all in love with you, we all think you´re wonderful, we do! Gabriela condimentaba la ensalada sobre la mesa, Lean miraba su página de Facebook en el teléfono y Clara buscaba algo en la cartera. El silencio los agarró desprevenidos, nadie tomaba el mando de la conversación. La música trajo alivio y, entre servir el vino, comentar el clima y algunas preguntas básicas a Clara, pasó la primera hora de la reunión.
Gabriela dijo que necesitaba cambiarse antes de cenar. Siempre lo hago, cocino de entre casa, dio explicaciones que nadie le estaba pidiendo. Subió las escaleras apurada y se encerró en el cuarto, abalanzándose sobre el frasco de marihuana. Alguien había movido la mesa de lugar apenas unos centímetros. Mientras fumaba, le pareció también que el frasco estaba mucho más vacío que antes. Revisó el vidrio a ver si encontraba huellas digitales. Clara había subido al baño diez minutos antes.
Abajo, las palabras no abundaban, había que espaciarlas, alargarlas, exprimirlas al máximo. Gastón le contaba a sus amigos sobre la grabación de Para pintarte. El primo de Lean, Tomás, era el dueño del estudio donde trabajaban. Clara repitió varias veces que era una ignorante total en lo que respecta a la música. Sin embargo, cuando vio a Gabriela bajar por las escaleras todavía vestida de entre casa, le pidió que les tocara un tema del disco. Voy a chequear el pollo y después con gusto, fue la respuesta que le dio sonriendo y con los ojos achinados. Gastón supo que estaba nerviosa.
-Cuando puedas vení, que me gustaría comentarle algo a todos. -La voz de Lean salió más fuerte de lo que esperaba. Gastón estaba desconcertado ¿Qué tendría su alumno para decirles? Ni siquiera se conocían tanto, iba a las clases hacía cuatro o cinco meses. Y ¿por qué había traído a su novia? ¿Qué tenían que hablar los cuatro? El motivo de todo se le hizo evidente: Gabriela y Leandro tenían una historia. Estaban ahí para darles la noticia, todo de una vez. Se levantó de la mesa y se fue a la cocina.
Me cago en Dios, me olvidé de encender el horno, qué pelotuda. Gabriela se daba la cabeza contra la pared, Leandro la agarró de los hombros para detenerla.
-Te pido por favor que vuelvas a la mesa, no me dejes solo.
-Esta mierda se va a hacer en tres horas. No puedo más. -Petra ronroneaba entre los pies de uno y otro, al acecho del pollo al otro lado del vidrio.

Clara fumaba un cigarrillo de pie junto a la ventana abierta. Nadie le había dicho que podía hacerlo. Lean se acomodaba nervioso en su silla, tenía las manos sobre una caja de cartón que había puesto sobre la mesa. Esto es nuevo, dijo Gabriela, ¿qué trajiste?
-Por favor siéntense -dijo poniéndose de pie-,  tengo algo que ofrecerles.
Anestesiados por la sorpresa, los dos lo obedecieron. Clara volvió a la mesa. Lean agarró su vaso de agua.
-Tengo mucha sed y me encantaría tomarme todo este vaso de agua, - se acercó el vaso a la boca,- pero no pude evitar notar en las clases que ustedes toman agua de la canilla. Directo de la canilla. ¿alguna vez vieron lo que hay adentro de una cañería? El cloro es el último de sus problemas. Hace unos meses Clara y yo compramos un filtro Acquapure gracias a un amigo de la familia, y nos cambió la vida. – Posó la mano entera sobre la caja; con un solo gesto depositaba toda su confianza en el filtro. – Ahora quiero pasarles el secreto.
-Voy a chequear el pollo - Gabriela se apuró a salir del comedor. Se puso nerviosa, pensó Gastón, se viene la confesión. El corazón le latía con ganas, no podía esperar a que Lean se sacara la máscara. Billie Holiday lo llamaba desde el tocadiscos …The way we dance till three, the way you changed my life, no, no! They can´t take that away from me! Clara encendió otro cigarrillo, esta vez sin moverse de la mesa. No abrió la boca. Lean sacaba de la caja unas bolsitas de plástico con las partes del filtro.

-¡Cuidado que está hirviendo! – gritó Gabriela apoyando la bandeja con el pollo ostensiblemente crudo en el medio de la mesa. - ¿Ya les conté del disco? ¿Les toqué algún tema? Es mi obra maestra, realmente.
-¡Nos encantaría! Pero antes dejame mostrarte cómo funciona…
-Mi amor, ¿y si corto el pollo? – Gastón atravesó el ave con el cuchillo sin esperar la respuesta. Clara apagó su cigarrillo en el borde de su plato.
-Cada comprador aporta el contacto de tres posibles compradores y …
-Saco esta mierda y les toco el primer tema, el piano es hermoso.
I´ll be seeing you in all the familiar places that this hearts embrac... Gabriela levantó la púa con tan poco amor que Petra soltó un alarido imitando al disco. Desfilando para los invitados, atravesó la alfombra que cubría el living. Movía la cola de lado a lado, las cuatro patas siguiendo una línea recta que atravesaba la mitad exacta de su cuerpo. Gabriela se sentó al piano y se soltó la larguísima cabellera que casi peinaba el suelo. Arremetió contra las teclas, aullándole a la luna que empezaba a asomarse por la ventana. Lean encajó la última pieza del filtro y levantó la cabeza con una sonrisa. Sus ojos se encontraron con los de Gastón, que lo miraba por encima de su copa de vino. Te voy a matar, sorete, le decía con las pupilas. Clara no dijo nada, Lean juntó el filtro nervioso para ir a instalarlo en la cocina. Le voy a traer un buen vaso de agua a cada uno, sacudía la cara con una sonrisa. Gastón se levantó decidido a revisar los bolsillos de las camperas que colgaban del perchero. El piano descontrolado los había hecho olvidar el silencio.
Clara encendió su tercer cigarrillo y acercó el cenicero con los dedos. Petra se subió a la mesa de un salto. Quedamos solo nosotras, dijo Clara, pero su voz se perdió entre las notas. También el maullido respuesta de Petra, que ahora se acercaba al centro de la mesa, presa de lujuria. Puso las dos patitas sobre el muslo del pollo crudo, morado y ensangrentado como un recién nacido. Ronroneaba sin parar mientras le pasaba la lengua por el lomo y acomodaba sus cuatro patas extasiadas en la fuente del amor.

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