27 de marzo de 2010

ay, ¡qué bonito es volar!

en marrakech me tocó compartir la habitación con mis amigos japoneses yuki y suguru. cada uno había empezado el viaje por su cuenta y terminaron, como yo, siendo parte del grupo.
fue muy interesante compartir estos días con gente de lugares tan distintos y poder llegar a conocer algo sobre sus estilos de vida. de los vascos aprendí historia, algunas palabras sueltas de euskera, escuché su música. de los japoneses aprendí otro tanto. para empezar, escuché sobre su difícil estilo de vida: primero los estrictos regímenes universitarios, el complicado mundo laboral -empiezan a buscar trabajo unos seis meses antes de recibirse, y cuando empiezan a trabajar lo hacen por alrededor de unas 12 horas al día, con vacaciones de una semana al año (no se les va extendiendo el tiempo, siempre es lo mismo), con suerte-. me contaron que es muy raro que un japones deje su trabajo (le sería muy difícil conseguir otro) y que pasan casi toda la vida en un mismo lugar, dedicándose a la misma cosa. que al trabajo no se puede llevar el pelo teñido (yuki lo tenía castaño y le exigían que se lo volviera a negro), ni las uñas pintadas. lo sentí mucho por ellos, e inevitablemente me vino el pensamiento a la cabeza: ¡estos japoneses son un bajón!
resulta que no, me equivoqué; a pesar de todas las exigencias y presiones que tenían encima, los dos japoneses que tuve la suerte de conocer eran absolutamente geniales.
como dije antes, nos tocó compartir habitación; éso hizo que llegáramos a conocer mucho mejor nuestras historias y nuestros hábitos.
por ejemplo, rambo se levanta todos los días a las 5 de la mañana. automáticamente (¡¡¡¿¿¿!!!???)(rambo, me haces ruido a las 5 de la mañana y te incendio la mochila). en marrakech, rambo se baña todas las mañanas con agua helada (todavía no están encendidas las duchas calientes) (me vuelvo a felicitar por el apodo tan bien puesto).
ya habituadas a levantarnos “tarde” y que rambo ya no esté, una mañana yuki y yo desayunamos y salimos de paseo. volvimos al hostal y rambo todavía no estaba ahí. volvimos a salir. ni rastros de rambo durante todo el día. cenamos sin él y volvimos al hogar: lo encontramos sentado frente a la tele con la encargada del hostal (una mujer que andaba todo el día en pijama mirando novelas en una tele minúscula en un rincón del edificio) y otra chica.
-¡RAMBO! ¿dónde estabas?
-my family (nos señala a las dos mujeres)

resulta que las mujeres -siguiendo las normas de la cariñosa hospitalidad marroquí- lo vieron solo y lo invitaron a cenar y mirar la tele con ellas. rambo estaba conmovido.
-good people, very good people, nos dijo en su escueto inglés.

rambo estaba por terminar de cursar ingeniería mecánica en una de las universidades más exigentes de japón y ya tenía un puesto laboral esperándolo. tenía pesadillas con volver a esa ineludible realidad, la odiaba tanto como inevitable era su vuelta a japón. a partir del suceso de la cena, el japonés empezó a elucubrar un plan para ser empleado en el hostal y quedarse ahí a vivir con lo que él llamaba su nueva familia -lo contaba y yo siempre pensaba que se estaría aguantando las lágrimas. lamentablemente, la distancia impuesta por el lenguaje (qué gracioso que fue verlo ahí cenando en silencio, comunicándose con sonrisas y agradecimientos exagerados en japonés)y la marca que nos dejan las enseñanzas que mamamos de chicos hicieron de su sueño un imposible. de todas maneras, el poder soñar de por si es un placer que no todos tienen. ..........................................rambo cena con su nueva familia

1 comentario:

re-volver dijo...

jajajaja quiero que sepas que me hiciste reir mucho!!!!!