1 de marzo de 2010

the one where dani almost goes to jail

20.2.2010

El día después de mi agitado viaje a Meknes, me levante y emprendí mi viaje final hacia Fes. Tome un taxi grande (remitirse a la entrada anterior “Taxi grande, taxi pequeño”) con otras seis personas y llegue en una hora a destino. Durante el viaje vi el paisaje de esa zona de Marruecos y es hermoso: muy muy verde, lleno de montes y pastores con miles de ovejas. Llegue a Fes y muy fácilmente conseguí un taxi que me llevo hasta mi hostal. Todo pintaba perfecto.

Hasta el momento del check in en el hostal: ¿Pasaporte, por favor? ¿Dónde corno esta mi pasaporte? Mm, creo que me lo olvide en el hotel de Meknes; quizás puedo llamar y que lo manden. Llamamos: No, miss, please come get your Passport, please miss, me repetía desesperado el conserje. Se ve que en Marruecos hay un problema muy grande con el tráfico de pasaportes. En fin, afrontando mis incontables fallas como ser humano decidí emprender el viaje Fes-Meknes-Fes con buen humor (incluso a pesar de que en el hostal no me dejaban dejar mis mochilas: no miss, please take your belongings with you –parece que también hay un tema con los robos). Lo logre; unas cinco horas más tarde estaba de vuelta en el hostal.

Cuando finalmente me sentí dentro del sistema del orden, el caos volvió a atacarme. Señorita, no la podemos registrar en el hostal, porque en su pasaporte no se lee el numero del sello entrada al país ¿EH? Señorita, por favor retírese del hostal ¡¿EH?! Explote en llanto y en gritos a la cara del conserje desprevenido: que esta no es manera de tratar a nadie, que no me pueden echar a la calle como a un perro, que que clase de persona hace algo así, que bien, bueno, me echan, me voy. Revoleé mi mochila a la calle y me senté en la puerta del hostal a llorar un poco para descargar la ira contenida durante el día entero. A los dos minutos sale el conserje: por favor, entre al hostal, por favor, vamos a buscar una solución ¡NO! Por favor, señorita. Bueno, si insistís.

D: ¿No se puede llamar a la policía?

C: No, señorita, esto no es como su país, la policía no atiende el teléfono.

D: Esto es exactamente como mi país. Cuando venga el guardia de la noche, le pido que la acompañe a la policía y ellos le pongan bien el sello en el pasaporte.

C: Bueno, gracias.

Me quede sentada alrededor de media hora en el patio del hostal, muerta de frio y de bronca. Llego el guardia y fuimos para la policía. Caminamos como 50 cuadras, llegamos y el policía de la puerta nos dijo (por lo que llegue a comprender) que era domingo y el señor de los sellos no trabajaba. El guardia y el policía se ponen a hablar y yo quedo absolutamente aislada de la situación, sin entender si estaban intentando encontrar una solución o charlando sobre el partido de futbol de esa tarde. Así pasamos media hora en la que yo ya empecé a pensar en cómo montar mi camita en la calle.

De repente, como por arte de magina, nos hacen entrar en la comisaria, atravesar algunos pasillos, y llegar al hombre de los sellos. Me ve llorando y me empieza a pelotudear: Usted no es un bebe, no llore como un bebe, compórtese como un adulto, tenga coraje. Yo hervía con una rabia que crecía por mi imposibilidad de contestarle en francés.

En la oficina había también un loco que habían levantado por ahí gritando y haciendo quilombo. Tenía su propio guardia personal.

El señor de los sellos me pregunto de qué parte de España era. No soy de España. Pero de que parte. No, soy argentina. Pero tenes documento español. Bueno, soy de Barcelona.

Loco: ¿Barcelona? ¿Qué TALL?

Dani: ¿Hablas español? (me llene de ilusión de que él le pudiera traducir al señor de los sellos todo lo que tenía para decirle)

Guardia personal del loco (se para firme, se me para enfrente violentamente): Señorita, a partir de ahora usted le habla a él y solo a él (señor de los sellos), y si me desobedece una vez más, usted se va al calabozo también.

O algo así, por lo que le entendí. Me calle la boca. Terminaron mi “tramite” que consistió en escribir a mano en un papelucho arrancado de un cuaderno lo que el señor de los sellos leía en el numero de mi pasaporte.

Cuando nos estábamos yendo, intente una última vez; le pregunto al señor de los sellos:

D: Do you speak English?

SS: No. Hablo español.

Toque el cielo con las manos. Le solté todo lo que tenia adentro en 15 minutos de exposición, mientras todos los integrantes de la comisaria me miraban y escuchaban con atención y el pobre guardia del hostal se arrepentía infinitamente de haber nacido. Cuando finalmente frene para respirar, me di cuenta de que después de haberlos llamados una institución inoperante, cruel y arrogante no había chances de que no fuera al calabozo con el loco. Segundo de tensión.

SS: Señorita, usted tiene razón. Aquí tiene mi número, si alguna vez tiene algún problema en cualquier sitio de mi país, me llama y yo lo soluciono personalmente.

Sacudón de manos y salimos con el guardia del hostal camino de vuelta. El aire estaba tan tenso que caminamos unos diez minutos en silencio, a paso firme y mirando el suelo. De repente, repasando todo el día en mi cabeza, me salió una risa. El guardia se rio, yo me volví a reír. Terminamos riéndonos a carcajadas en el medio de la calle. Me abrazo:

Guardia: Tres bien, tres tres bien.

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