1 de marzo de 2010

pueblo chico, infierno grande

17/18.2.2010

Al parecer, estoquer es idioma universal. Durante mi caminata por la Medina (parte antigua de las ciudades marroquíes), se me ocurrió responder al llamado de un extraño que me empezó a seguir por la calle.

Extraño: ¿Buscas hotel?

Resulta que Hassan era el encargado del Hotel Belle Ville. Me invito a ir a ver el hotel y lo acompañe. Ahí estaban otros dos amigos suyos –que también trabajaban con el- vagando al mejor estilo “es invierno y obviamente no hay nada que hacer porque a nadie se le ocurre venir a marruecos” (ejem). Tenían un fluir constante de todos los constituyentes de una parranda: cerveza, puchos, tele, música; en fin, así cualquiera. Trate de aprenderme los nombres, pero entendieron mis limitaciones. A los diez minutos de estar charlando ahí con ellos, uno salió rápido por la puerta y volvió con una bolsa llena de compras. Al poco rato, me estaban sirviendo lo que parecía ser una típica comida entre amigos, a saber: papeles de diario sobre la mesa (haciendo las veces de mantel), plato enorme de pollo, verduras y salsita en el medio, pedazos de pan alrededor ¡y coca! Me obligaron a ser la que empezara a comer, por cortesía. Y ahí me ven: comiendo pollo con las manos, rodeada de mis nuevos amigos marroquíes.

Unas horas más tarde, Hassan me ofreció mostrarme la ciudad. Fuimos por la Medina hasta la Kreakia, un mirador increíble, caminamos por el barrio (barrio barrio marroquí), fuimos a la tintorería de su tío, saludamos a quinientos mil amigos suyos por la calle y los negocios, a sus compañeros de trabajo del Restaurante Pepe (también trabaja en un restaurante); yo ya andaba como toda una local. La calle oscura y tan tenebrosa de la noche anterior: pff, como pasear por la 9 de Julio.

No puedo identificar con claridad en qué momento Hassan empezó a sentir que había posibilidades de que nos casáramos: pero que existió el momento, existió. Empezó con sutilezas como abrazarme para la foto. Después un “siéntate aquí” (mas cerca suyo). Después el asunto se fue haciendo más evidente: me invito a tomar un café; yo ya no tenía mas ganas, pero sentía que por cortesía tenía que ir y no me costaba nada. “Vamos a una confitería donde podemos ver el mar y las estrellas” y ya se puso romántico. Fuimos a la confitería, pero mientras acomodaba las sillas en la terraza, yo le dije que prefería ir adentro. Así, empecé a amagar todos sus intentos con una habilidad nunca vista. Hasta que lo dijo: tú puedes venir a vivir aquí, yo trabajo muy bien, soy buena gente, conoces a mi madre, a mi familia. No, gracias. Una vida sin amor ¿Qué es? Tú debes encontrar el amor, tú me gustas. No, no, gracias, yo no pienso tan así.

¿Cómo explicarle a un marroquí que uno no cree en el casamiento? Pronto me entere (hablando con sus amigos) de que los marroquíes son súper tradicionales. Incluso los jóvenes: ellos me decían que lo que mas querían en la vida era conocer a una chica, casarse y tener una familia, envejecer con alguien (en fin ¿Quién no? Pero ellos parecen quererlo aun más). También me contaron que acá no se acostumbra salir mas de un año con alguien antes de casarse (un año ya es MUCHO tiempo para ellos).

Bueno, volviendo al romántico Hassan: le intente explicar de la mejor manera posible mi manera de ver las cosas. Se me intentaba acercar, me quería tocar el pelo, ya me estaba empezando a incomodar. Le volví a explicar y le dije que si me volvía a tocar, gritaba. Evidentemente no entendió razones, porque seguía intentando darme la mano, abrazarme, grr.

Al día siguiente, decidí tomarme unas 24 horas Hassan Free. Me levante, fui a almorzar muy tranquila y volví al hotel.

Conserje: Ha venido un chico a buscarte (¡puta!)

Me encerré con llave en mi habitación a disfrutar de mi paraíso privado. Al rato fui al ciber a hablar por skype con mis papas. Estaba disfrutando de mi charla, con la camarita y los auriculares cuando siento que alguien se sienta en la silla de al lado: nada más y nada menos que HASSAN. Así sucedió unas 4 o 5 veces más, a pesar de mis esfuerzos por evadirlo. Incluso fue al hotel unas dos o tres veces mas (ya me moria de verguenza cada vez que el conserje me avisaba).

Finalmente, la última noche decidí ir a cenar con él y sus amigos para despedirme. Logre despedirme e incluso rebotar los violentos intentos de Hassan para darme un beso.

Lo que no puedo evitar es la risa que me dan los mails que recibo todos los días desde Assilah :

hola como estas bien deche de menos quro aberte
hasan

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