-Marcos, despertate y escuchame una cosa. Marcos. Marcos. Eu ¿estás despierto? Eu, Marcos.
- No vengas más a dormir a casa en pedo, boludo.
- Soy mujer ¿podés dejar de decirme boludo?
-Marcos ¡Marcos! Levantate, me embolo ¿para qué me hiciste venir?
Marcos cerró los ojos y no contestó más. Empezó a respirar hondo, pesado; intentaba pensar en algo, cualquier otra cosa: las notas de una canción, los platos sucios, cuándo había sido la última vez que había tomado mojito. Yo agarré mis cosas y me fui. Estaba rota las pelotas de Marcos pero a la vez aún lo quería con locura.
Salí a la calle. Era inesperadamente temprano, la luz todavia alumbraba con pinceladas de azul. Siempre temí a esta hora grisácea y siniestra, temor que se manifiesta bajo la forma de un dolor de panza y un cierto mareo y molestia justo detrás de la campanilla, como vómito emocional.
Caminé, de todas maneras, bajo esta luz a paso rápido y sin tomarme la molestia de mirarme en los vidrios de los negocios. Ya sabía que nada bueno me esperaba.
Fui a casa y me bañé. Intenté no pensar más en el asunto: comí unas tostadas con queso y me metí en la cama. Antes encendí la radio: desde que había empezado a terminar la historia con Marcos, no podía dormir sin que algún sonido llenara la habitación simulando compañía.
Me recordaba a la niñez y aquellos fines de semana de visitas. Siempre me quedaba dormida en algún sillón, cerca de mis padres y mis tíos que charlaban cosas de grandes, tomaban mates y fumaban cigarrillos. Recuerdo el olor y la tranquilidad de quedarme dormida rodeada, sabiendo que mi padre luego mi llevaría en brazos hasta el auto y, más tarde, hasta mi cama, donde encontraría el sueño más profundo.
1 comentario:
Muy bueno che ! al igual que tu blog... me encantaria que me sigas en el mio, asi no perdemos elcontacto.. michelle-fernandez.blogspot.com suerte :D
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