8 de mayo de 2012

santa tristecita


-¡NO, POR AHÍ NO!
Carlos frenó a Bobi justo a tiempo. Bobi quedó seco, embalsamado, en medio de la selva amazónica, con los brazos a media asta, los codos flexionados y las manos extendidas como estrellas de mar.
Sin separar los dientes, masculló: ¿Qué pasa?
Pasaba que delante de Bobi, a pocos metros de él, echaba raíces el árbol donde bien se sabía, habitaba la santa tristecita.

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