-Edith Piaf
era una vieja de mierda,
así empezaba
siempre. No se daba cuenta de que a nadie ya le causaba desconcierto nada de lo
que ella dijera, que a nadie le importaba ella, ni sus provocaciones, que ya
todos sabían de memoria el vergonzoso espectáculo mediante el cual soltaba las
frases más irreverentes que podían ocurrírsele en el momento justo en que el
silencio reinaba pero la atención aún se encontraba condensada, buscando un puerto
donde anclar entre los presentes. Cuando empezó a trabajar allí, claro, el
puerto era siempre ella: sus frases eran brillantes, espontáneas y hasta sonaban
auténticas. Le había dado duro a sus padres, al dueño del teatro, al hermano de
otra de las cantantes, hasta a ella misma. Ahora ya era tarde y se le había
ocurrido agarrárselas con Edith Piaf; hace una semana venía hablando mierda de
ella, esperando que alguno de nosotros saltara a defenderla, a sacudirla, a
discutir, diciendo lo obvio, lo que ya todos sabemos, lo que es oír su voz.
La atención
volaba ahora por la habitación, rebotaba en las paredes, descansaba un segundo
en algún estornudo y su correspondiente: “¡salud!”, se hacía enorme y luego
chiquita y se escapaba por debajo de la puerta, buscando el sonido de una
estufa que se enciende, chc chc, un perro que ladra en la calle o un teléfono sonando, hasta que finalmente despertaría toda su furia
sobre una rubia con pollera corta que entraba en la habitación llamándola. Eso le
daba aún más rabia, que tanta atención quedara enfrascada en una mujer que venía a buscarla a
ella, la única estrella.
1 comentario:
lo loco era que le dijera "vieja" a una mujer que murió a los 47 años... todo lo demás es literatura. :)
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