3 de agosto de 2012


Este, exactamente este, es el momento más triste.
Todo lo que se podía saber es desabido y resuenan contra las paredes las voces llenas de dolor de los más queridos, de los que son más que nuestra propia piel. Como remedio existe quizás un abrazo que nunca llega, que juega con los segundos y los deja pasar, como agua que corre y parece un tesoro imposible de encontrar, los mapas quemados y el abrazo de toda la noche se ha perdido en el plato del que comen todos los gatos del barrio. Veo, solo, en los ojos que quiero, distancia y tristeza ¿cómo será cuando ya no estés? Cuando en la tarde no vengas a tocar el timbre y a compartir tu sonrisa de padre que todo lo cura. Y cuando los hermanos tampoco o la madre. Cuando los amigos se vendan al primer postor que, con duras armas, dispare contra nuestra casa. Cuando sólo quede un sombrero montando guardia al bienestar o lo mejor no baste nunca para ni lo más mísero. Cuando el animal se nos escurra entre los brazos o mismo la noche, sin pena, nos deje al descubierto. Ahora que veo fotos de personas que extraño y no podré encontrar jamás, así cruce el mundo entero o duerma o bese a la pared. Ahora que todo duele y que da miedo siquiera asomarse a la calle a escuchar la vida. A ver si de lejos, suavecita, llega la voz materna avisando: ya todo lo bueno ha pasado, queda lo gris y la nada. 

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