día 22
Llega el tren a Ulán Bator. Qué dificil explicar la emoción de la llegada: se ven los edificios altos, las casas, las construcciones abandonadas por la mitad y las carpas blancas. ¿Esas son yurtas? Sí ¿Pero en el medio de la ciudad? Sí.
Sí: en los edificios en construcción, en los patios de las casas, en el medio de la calle, en un descampado y en una plaza. Hay miles de yurtas en la capital de Mongolia, algo que nadie se esperaba. Así que esto es Ulán Bator. De nuevo todo el circo de las gerontas para bajar del tren y ya me deja de dar bronca para empezar a darme mucha risa.
Contrato un tour que me va a llevar al interior a dormir en una yurta. Lo primero que hacen es ofrecerme un desayuno suntuoso y entonces: ¿quiere darse una ducha? ¡claro!
Y sigo el camino indicado para encontrarme con la sorpresa de una "ducha compartida". Básicamente hay que ponerse en bolas en unos lockers, a excepcion de una especie de bombacha bolsuda de papel que te dan, y entrar a un predio del que sale agua del techo y no hay paredes ni separadores ni cortinas y sólo mujeres en bolas bañándose por todos lados. Dudo pero termino por aventurarme presa de un ataque de risa. Las chinas y mongolas andan en bolas muy tranquilas. Yo me siento un romano o un jugador de basquet yanqui o no sé. Pasa y desayuno.
Paseamos por la Plaza Sukhbaatar y puedo aprender algunas cosas sobre Mongolia, país cuya historia desconozco absolutamente. Esta es la plaza mas importante de Mongolia, acá está el parlamento y acá fue donde se proclamo la independencia de China. La Revolución en Mongolia fue en Julio de 1921 y Sukhbaatar fue un héroe de la revolución . La historia es parecida a la de todos los lugares de por acá: imperio enorme, república, comunismo. La bandera tiene el signo del ying y el yang. En la plaza hay una estatua grande de uno de los últimos y más fuertes emperadores, Gengis Khan.
Aprovecho que hay un correo cerca para mandar algunas postales. El tour incluye visitas a algunos templos budistas. Es la primera vez que visito un país budista y me asombro mucho. El budismo de estos lugares está repleto de supersticiones, en Mongolia se mezcla mucho con el chamanismo, que es la antigua religión de la zona. Las entradas a los templos siempre tienen un escalón alto porque creen que evita que entren los malos espiritus que son bajitos. Las entradas están también decoradas con figuras monstruosas y guerreros con caras de locos y los ojos muy abiertos, nos cuentan que eso es también para espantar a los malos espiritus. Y después, por dentro, todo está lleno de tanta cosa, tanto significado, que es imposible seguir el ritmo. Cada color significa algo, cada pose, casa esquina, cada animal. Pero básicamente se mezcla la adoración a la naturaleza y a Buda, creen en la reencarnación. Hay unos cilindros que giran y la guia dice que son para pedir deseos. Yo creo que no tiene mucho sentido y tenía entendido además que los budistas justamente buscan deshacerse del deseo, pero en fin, me resigno a no entender bien.
La ciudad es muy curiosa, hay muchísimas infinitas construcciones. Muchas están paradas por falta de fondos, es un problema muy grave en Ulan Bator y ahora está prohibido empezar nuevas construcciones. En invierno hace tanto frio que no se construye, entonces cuando hace calor se trabaja día y noche. La guia nos cuenta que cada mongol tiene derecho a un pedazo de tierra desde el nacimiento, entonces por eso se usa mucho vivir en yurtas. Una yurta promedio vale mil dolares, cuando una pareja se casa, les regalan una. Y los espacios que cada uno tiene para armar la suya van cambiando con los años, así uno puede moverse. Dice que los jóvenes ahora no tienen muchas ganas de vivir en carpas, pero la mayoría de los abuelos siguen viviendo ahí, y eso es lo que pasa con las carpas que ví en los patios de las casas. Es impactante.
Los mongoles son gente realmente hermosa. Los tipos son altos y grandes y tienen la piel medio oscura y rasgos orientales. Historicamente tienen fama de ser guerreros brutales e imbatibles y grandes jinetes, todo el mundo les tuvo miedo, especialmente los chinos.
A la guia le gusta bailar salsa y en el micro pone Juan Luis Guerra.
Vamos al Museo de Historia Nacional. Mongolia desde el día cero, hay un pasillo con muestras de los trajes de todas las etnias del país, que son muchísimas, incluídos los manchures.
Finalmente salimos para el Parque Nacional Terelj, donde están las yurtas. El paisaje es precioso, muchas estepas y pasto verde, piedras enormes y yak; el camino es terrible y el colectivo se mueve como loco. Se me ocurre decirle al colectivero: "samba" y los próximos tres días, cada vez que me ve, se rie y me repite: samba.
Me toca dormir en mi yurta con mi nueva amiga mongola, Ijma.
La yurta es una carpa redonda, grande y blanca por fuera. Por dentro tiene una estufa a leña en el medio y las camas a los costados. Cenamos, tomamos vodka, cargamos las linternas y nos vamos con Ijma y dos brasileños a subir una montaña. Llegamos a mitad de camino, todos semi vivos y nos sentamos un rato a escuchar Michél Teló, la única música que la mongola tiene en su celular. Me quiero tirar cuesta abajo.
Volvemos, la estufa está encendida y me acuesto a dormir con un silencio que no siento hace muchos días.
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