15 de octubre de 2012
la presente
¿por qué necesité tantas veces contarle la historia de los días que se deshacían en oscuras tramas? no lo sé. por qué debí precisarme de tantas maneras, dejar mis marcas por donde fuera , tampoco. insistí con dibujarme en las paredes, dejar mi forma sobre la cama, mi mordida en alguna fruta de la heladera.
sólo cuando comencé a sentir la presencia de los otros sobre mí fue que empecé a comprender que no era yo la que sucedía, que el hábito era sencillamente humano. vamos dejando nuestras huellas, hambrientos de inmortalidad, y en estos lugares habita nuestra gloria.
digamos que esta es la historia de josefa y que josefa nunca supo poseer el don de la palabra. no deberían tomase a la ligera las ausencias y menos si son ajenas. la ausencia que había en josefa la vaciaba de manera tal que su existencia se limitaba a un mundo tan violentamente simbólico que, incluso tras su penosa muerte, no existía casa o barrio que no habitara su recuerdo.
corresponde aclarar que la palabra no es poca herramienta. su existencia de afilados bordes gana batallas y enciende los cielos; la palabra es el mundo y también la nada. en su breve recorrido describe con velocidad lo mismo que crea y a veces destruye y nos deja impávidos y boquiabiertos al darnos a nosotros mismos la posibilidad de la vida y también de la muerte. hay quien podría sostener que no hay existencia posible por fuera del reino donde manda la palabra.
pero josefa existía con la certeza de su nombre, ¿cómo, sino, podría yo hablar de josefa y de las marcas de su presencia? existía con la certeza de las luces que alumbraban su contorno cuando se aparecía por las puertas del mercado de frutas del pueblo. ancha como una vasija iba por los pasillos y los rayos, porque la querían, la seguían por donde fuera, así no brillara tanto el sol. y los colores de las frutas parecían mudarse de las cáscaras a su figura: manzanas las mejillas, melones en el pecho y algunos zapallos enormes por culo. y josefa por los pasillos se sacudía entera, intentando quizás quitarselo todo de encima. y las frutas, entonces:
-¿sabías josefa? existen palabras incluso para decir que no.
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