9 de marzo de 2016

Pero no era buena cosa lo de llevarse un bebé al café en invierno, aunque fuera un bebé que nunca lloraba y se fijaba en lo que ocurría a su alrededor y no se aburría nunca. Entonces no se podían alquilar niñeras a horas, y Bumby tenía que quedarse encerrado en su alta cama con barrotes, y se quedaba tan contento en compañía de su gran gato cariñoso, llamado F. Puss. Ciertas personas decían que era peligroso dejar a un niño con un gato. Los más ignorantes y supersticiosos decían que el gato aspiraría el aliento del bebé y lo dejaría seco. Otros, que el gato se tumbaría encima del niño y que el peso le ahogaría. Pero F. Puss se acostaba al lado del niño, en la alta jaula de la cama, y acechaba la puerta con sus grandes ojos amarillos, y no dejaba que nadie se acercara al niño cuando estábamos fuera y Marie, la femme de mènage, tenía que salir. No necesitábamos niñeras. F. Puss era la niñera.
paris era una fiesta

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