12 de mayo de 2017

los juegos

Era sabido que había un tipo de deltantal de mujer y otro de varón. El blanco de tablas con cuello de camisa era el de los chicos, y el de volados y pollera el de las chicas. Lupe, por haber heredado todo de sus primos, tenía uno de cada. El primer día de la escuela primaria, recién salida de la cama, todavía sin peinarse ni abrir los ojos, eligió ponerse el tableado.
            Mientras formaban la fila para saludar por primera vez a la bandera, Miguel intentaba filmarla entre el aluvión de niños que inundaba el patio. Una imagen temblorosa y sobreexpuesta de la espalda de Lupe fue lo mejor que pudo lograr.  Ella tenía la mochila colgada de los hombros y el pelo recto y corto por debajo de las orejas, le agarraba la mano a Silvina. El lunar en la cara de su amiga brillaba negro oscuro como una amatista. Los hacían formarse de menor a mayor, delante de ellas estaba Paola. Cuando le preguntaban a Lupe con quién se iba a casar, ella siempre respondía sin dudar Con Paola. Contra el sol de la mañana, su pelo largo y rubio parecía hecho de hilos de oro.
            Ya sabía que su tía Agustina era la directora de la escuela pero nunca se había imaginado lo que eso implicaba. La tía apareció por el pasillo, seguida de dos señoras no identificadas. También tenía puedo un guardapolvo blanco pero más liso y con la mayoría de los botones sin abrochar. Estiró el cuello como un árbol viejo y gritando pidió silencio.
            -Como los papás deben saber, Ushuaia conserva el nombre que le dieron los yámanas, bahía que mira al poniente. Pero ¿ustedes ven a algún yámana por acá? ¿conocen a alguno? Este lugar donde vivimos le pertenece a otro pueblo, a un pueblo de fantasmas, ¿escucharon hablar del Genocidio Selknam?
            Lupe había dejado de seguir el animado discurso de la tia. Se concentraba en Paola, que asentía con la cabeza cada vez que la voz hacía una pausa. En el jardín de la casa de su abuela en Tolhuin vivía una jirafa. Ella misma se lo había contado y su hermana Andrea había dado fe. Parte del cuello y la cabeza de la jirafa entraban a la casa atravesando la ventana del segundo piso. Paola y Andrea podían deslizarse por su cuello en vez de bajar las escaleras cuando las llamaban a comer. Dijo que algún fin de semana tendrían que ir para conocerla, pero Lupe sabía que no iba a suceder porque sus fines de semana eran con los primos. Ella, orquestadora indiscutida de los juegos, no podia faltar.
            Habían empezado con los ataques de terror, plantando escenas escalofriantes alrededor de la casa. El perro de peluche colgando del ventilador con la soga de saltar al cuello, las toallas manchadas con charcos de sangre-Ketchup y las tarántulas de plástico entre las sábanas de la cama de Marisol fueron algunos de sus grandes éxitos.  Ahora a Lupe le interesaban más los experimentos.  Los fines de semana, mientras los grandes jugaban a las cartas, mandaba a Camila a buscar una lista de cosas del lavadero, a los primos lo mismo en la cocina, y ella se disponía a armar el paso a paso de la mezcla del día.
            El paraiso de los experimentos llegó pronto a un fin abrupto gracias a una mezcla cúlmine que Lupe planeó presa de ambición. Por turnos, cada uno tuvo que hacer caca adentro de la misma bolsa de residuos. Al resultado lo mezclaron con pasta de dientes y saliva de Palmiro. Ella cerró la bolsa con dos nudos y la dejó reposando debajo de la cama de Marisol y Miguel, coordenada importantísima para los experimentos. Un error de cálculos llevó a que Palmiro descubriera la bolsa y a que ella despertara en él un espíritu salvaje de curiosidad. El experimento terminó desparramado en toda su gloria sobre la alfombra del pasillo.

            A aquellas cosas solo podía jugarse con los primos, los únicos que sabían obedecer sin hacer preguntas. Pronto encontraron una nueva forma de entretenimiento: las obras de teatro. Los actos del colegio le habían dado a Lupe la iniciativa para lanzarse por su cuenta. Recolectó por la casa objetos y ropas que le podían ser útiles y las guardó debajo de su cama. Durante días pensó en la historia que le hubiese gustado contar, no quería hacer las cosas por hacer. Y así, una noche, en ese momento entre el sueño y la vigilia, la idea estalló en su cabeza como el big bang. Pensó en la tarde aquella en que una ballena minke se había quedado encerrada en la bahía escapándose de siete orcas que la perseguían por el canal de Beagle. La esperaron, escondidas, y finalmente la embistieron frente a la mirada de todo el pueblo y algún que otro turista. La tía Agustina, observando desde el balcón de su casa en la Avenida San Martín, de pie al lado de Lupe, aprovechó la oportunidad para contar aquella historia del envenenamiento de Springhill. Alrededor de quinientos selknams murieron aquel día después de abalanzarse sobre una ballena envenenada por un grupo de cazadores de indígenas.

            El acolchado grís de pelusas sería la costa de piedras y la alfombra celeste, el mar. Juntando todas las almohadas y algunos almohadones podrían armar a la ballena, las medias negras de Miguel eran perfectas para los ojos. Ernesto se escondería adentro. Era el más tímido de los primos pero superior a la hora de reproducir ruidos de animales. Los demás serían la tribu. Faltaba el veneno.

            Cuando Marisol los descubrió revisando los productos de limpieza, la obra y todos sus preparativos fueron cancelados de inmediato. El fracaso coincidió con el otoño y eso fue terrible. Lupe abandonó los juegos para sumergirse en las aguas de las agujas, los hilos, las latas de galletas hechas costurero y los pinchazos suaves en la punta de los dedos. Tenía que hacer la ropa de invierno de Josefina. Le había rapado la cabeza así que ahora se veía obligada a abrigarla bien hasta que le volviera a crecer.

            Encerrada en su habitación después de la escuela y la merienda, cosía sentada en la cama con el pijama puesto. La televisión siempre estaba encendida. Concentrada en la costura, a Lupe los dibujitos no le llamaban la atención. Le gustaba el sonido de fondo, la idea de algo alrededor.

            Una de esas tardes llegó Guido. Con él no había juegos. Con él Lupe prestaba atención y aprendía cosas sobre la vida. Entró a la habitación y se sentó al borde de la cama. Tenía unos pantalones azules doblados en el puño.

            -Me volvieron a retar por los de los cien dólares – dijo Lupe sin sacar la mirada del gorro que cosía.

            -Tenés que aprender a robar mejor. – Y entonces sí sus sonrisas se encontraron y Guido le dio un beso en la frente antes de acostarse a ver la tele al lado suyo. Siempre con la manos atrás de la nuca y las piernas estiradas y cruzadas, Lupe lo veía acostado como una de sus agujas en versión gigante. Quería ser como él, saberlo todo, poderlo todo.

            Cerró los ojos solo un momento y apoyó la cabeza sobre la almohada. Con el gorro a medio hacer sobre el regazo y los dedos tensos sosteniendo la aguja, parecía congelada por el frío de afuera. En su duermevela imaginó la primavera y un nuevo juego. Guido la dejó dormir.

            Llegó el fin de semana y con él los primos y sus novedades. A Federico lo habían expulsado de la escuela. Nadie quiso hablar de lo que había hecho. El clima fue ablandándose a medida que Marisol preparaba los mates: encendió el fuego de la hornalla, llenó la pava de agua, bajó el frasco de yerba del estante. La tía se sacó la campera de nieve, el tío se encendió un cigarrillo y se puso a buscar el cenicero. Entonces los chicos se desvanecieron de la cocina evitando cualquier tipo de advertencia, reto o limitación previa a los juegos por parte de los adultos.

            Lupe ya tenía todo preparado y lo exhibía frente a los demás mientras detallaba el plan. Había conseguido tomar prestada la filmadora de Miguel por solo un par de horas, las suficientes para filmar un pequeño videoclip. Los papeles ya estaban asignados: Ernesto encargado de la música, Camila y Federico bailarines, Lupe detrás de cámara y coreógrafa. Acomodaron los muebles como les indicó mientras Ernesto rebobinaba el cassette de Queen en busca de Rapsodia Bohemia.

            Los bailarines se pusieron los tutus azules, el tul que les prendía de la cintura estaba cubierto de lentejuelas. Lupe les pinto la cara con brillos dorados y plateados que resplandecían con la luz de la ventana. Un halo lento y misterioso cubrió la habitación mientras preparaban todo en silencio.

            La coreografía era simple: saltar entre los respaldos de los sillones, intentar estar siempre iluminados por el sol, las manos lentas, los movimientos agraciados. La canción daba para eso. Y después, cuando la música lo indicara, un poco más duro: sacudidas de cabeza, algún que otro salto.

           

            ¡Acción! Y los bailarines, girando sobre sus ejes, rebotando sobre los almohadones despidiendo mil brillos, estirando los brazos ágiles como gacelas saltando de sillón en sillón, comenzaron su danza sagrada.

            -Dale, dale – los arengaba Lupe detrás de cámara. Y Federico seguía, preso del frenesí, olvidado de las desgracias de la semana. Camila lo acompañaba desde el costado. El polvo de los sillones llenaba el aire de magia. Dale.

            Fue tan rápido que nadie lo vio entrar. El tio Seco apagó la música de un golpe en el reproductor mientras con la otra mano buscaba la oreja del primo. Los arrastró por la habitación a través de la puerta.

            - ¡Encima puto! – le gritó agachándose para agarrarle la cara entera con una mano que parecía más grande y fuerte que un león. Lupe filmaba todo con un pulso tembloroso. A Federico no se lo escuchó más. Ahora en la cocina todos hablaban de él sin decir su nombre.

            Esa noche Marisol les explicó que había ciertas cosas que no eran de varón. Habló durante un largo rato en el que Lupe no pudo prestar atención. Pensaba en el videoclip, en si podría hacerlo en la escuela, con Paola y Silvina. Quizás en Tolhuin. Pensaba en el pelo rubio de Paola, el lunar de piedra en la cara de Silvana. Decidió que a partir de entonces, cuando le preguntaran con quién se iba a casar, diría que con Guido. 


 

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