-Subí vos primera y ponete el cinturón, hola
-Buenas, ¿para donde van?
-Para Cabildo y Santos Dumont
-Para Cabildo y Santos Dumont
-¿Justo en la esquina?
-Sí, ahí nomas
-Pibe, ¿por qué no te tomas el 60?
-Es que recién llegamos a Buenos Aires. Y además, yo estoy con ella
-Mhm
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-Son hermanos?
-No, somos primos. Bah, primos hermanos
-Ah, sí, porque se parecen decía yo ¿Y de donde son?
-De Ushuaia
-Ahm
-¿Lo conoce? Es bien al sur
-Sí, sí, cerca de las Malvinas
-Claro…
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-Es la primera vez que vienen a Buenos Aires?
-No, no, pero esta vez nos mudamos
-Ahm, vinieron a ver el Botánico?
-Sí, venimos de ahí. Bah, fuimos a la puerta de la casa de Fito. Hace
mucho que queríamos ir.
-¿Fito Paez?
-Sí
-¿Y?
-¿Qué?
-Lo vieron? Estaba?
-¿Fito Paez? No, ni idea
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-Y, ¿se vinieron a Buenos Aires por el laburo de tu viejo?
-No, mis viejos ya no laburan
-Ah, mira vos, que suerte
-Mi papa está enfermo y mi mama murió
-Ah, lo lamento, che ¿Hace mucho?
-No, no, hace nada
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-¿Esto es Plaza Italia?
-Claro, pero a esta hora cierran
-Me lo imaginaba más grande
-Venden de todo, si necesitas libros para la escuela, acá están más
baratos. Yo a mis hijos les compro acá
-Yo más que a comprar, vendría a buscar un trabajo
-Uu, me parece que sos muy pibe para andar buscando laburo en Buenos
Aires
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-Uy, ¡hablando de Roma!
-Ahh, pero creo que esto no es Fito ¿se puede subir el
volumen? ¡No! Esto es Charly
-Cuando te pones grande, todo suena igual, te digo la verdad
-¡Pero Charly es un genio!
-No me lo digas a mí, es de mi generación
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-Y ¿vos acá vivís con quien?
-Ah, por ahora con mis tíos y mi abuela. Adónde vamos es lo de mi
abuela, es enorme la casa, así que ahora estamos todos ahí, hasta que se
resuelva lo de mi vieja
-¿La herencia?
-No, el caso
-¿Cómo?
-La mataron
-Ah, ¿cómo?
-A golpes
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-…mi abuela y mi abuelo se divorciaron. Me dijo que todavía no existía
el divorcio acá, que tuvo que irse hasta México para divorciarse, pero está
bien porque lo odiaba y se hacían la vida imposible. Por sus peleas, mi vieja
terminó en un colegio internada en Buenos Aires y mis tíos en el Liceo Militar
en Rio Grande.
-Ah, pero ¿tu abuelo era militar?
-No, pintaba cuadros. Pero mi tío se hizo echar del liceo no sé cuántas
veces. Le hacía de todo a los milicos. Un día uno se casaba y le ato los
cordones de un zapato con los del otro. En el medio del casamiento, el milico
de fue de boca al piso.
-Un quilombero
-Lo echaron como cinco veces, pero mi abuela tiene mucha plata, así que
siempre conseguía que lo volvieran a tomar. Lo levantaban a las 4 de la mañana
a hacer fuerzas de brazos en la nieve, imaginate, unos hijos de puta.
-Claro, tenes suerte de que ya no existe la colimba
-No, yo ahí me muero
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-…mi abuela se volvió a juntar con un tipo, Bernardo. Es gigante y por
mucho tiempo fue boxeador en Buenos Aires. También tiene tres hijos que se
llevaban muy mal con mi vieja y mis tíos. Supongo que por guita, ¿viste? Mi
abuela terminó queriendo separarse de él también, pero no fue tan fácil. Yo a
Bernardo lo quería mucho, nosotros festejábamos siempre los reyes magos.
-Qué raro, ¿no?
-Y sí, mirá. Parece que una noche quiso ir a hablar con mi mamá porque
él todavía estaba enamorado de mi abuela, pero ella no quería saber nada porque
los hijos se llevaban mal. Era de noche, se pelearon y él la mató a piñas
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-El día después era el cumpleaños de mi primo y mi mamá iba a ir. Como
no aparecía, mandaron al primo menor a buscarla a la casa. Y él la encontró
así, tirada en la cama muerta, con la lámpara de la mesita de luz rota en el
piso. ¿Se puede doblar a la izquierda acá?
-Sí, está el giro
-Bueno, doblemos y dos cuadras derecho
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-Es acá, sobre la izquierda, la segunda casa de rejas negras. Sí acá.
-Llegamos
-¿Cuánto es?
-Nada, chicos, vayan
-Pero tenemos…
-Andá pibe, suerte che
-Gracias, gracias
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Lucía bajó del auto con los ojos cerrados. Sobre la imagen negra que le
devolvía su mirada, imprimía la foto de la tía Marta muerta sobre la cama y la lámpara,
rota en mil pedazos. Papá podría pegar las partes, arreglar la lámpara de la tía,
que solo le queden algunas rayitas a la porcelana, casi imperceptibles. Pero las
flores de la lámpara estarían enteras, redondas y abiertas, coloridas. Lucia lo
había visto pegar cosas más de una vez al papa, quizás lo había aprendido en el
liceo, quizás incluso se lo había enseñado la tía. o no era verdad que Lucía lo
había visto hacerlo, y una vez más todo era un invento, algo que había salido
de no sé dónde y se había vuelto casi verdad. Guido abrió la puerta de calle
con su propio juego de llaves. Los chicos atravesaron la entrada alta y
elegante de la casa de la abuela. Una alfombra roja y mullida se extendía sobre
la escalera del hall, subieron los escalones, Lucía apoyando ambos pies a cada
paso. Esta alfombra era roja y era lo único que veía ahora Lucía, extendiéndose
a sus pies y a lo ancho de la habitación era ese enorme charco de sangre que parecía
manar de sus deditos del pie. Siguió derecho y entró al baño sin decir palabra.
Cerró la puerta con seguro. Bajó la tapa del inodoro y se sentó. El corazón le
latía en las orejas y un calor nauseabundo la recorría de pies a cabeza.
-¡Lucía! ¡A comer!, la madre golpeó a la puerta. Lucía se levantó,
destrabó el seguro y miró a la madre a la cara
-Ah, estaba haciendo pis, ¿qué hay?
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